ID Ruta por los pueblos más bonitos de Alsacia
Alsacia,  Europa,  Francia

Ruta por los pueblos más bonitos de Alsacia

¡Hola, viajer@s!

Hoy vuelvo al ataque con un país sobre el que, a pesar de que lo tenemos bastante explorado y del cual nos declaramos muy fans, tengo muy poquito escrito en el blog: Francia. Así que habrá que ponerle remedio, ¿no?

He elegido escribir sobre nuestro viaje a Alsacia del año pasado (finales de 2018) porque se acerca la época navideña y, con ella, la temporada alta y la más típica para visitar esta maravillosa región, así que espero que os pueda servir si tenéis pensada una escapadita a la bonita Alsacia.

En esta ocasión, nuestra excusa era visitar a nuestros amigos Fred y Caroline, que viven en el pequeño pueblo de Kurtzenhouse, cerca de Estrasburgo y que, por cierto, fueron también los «culpables» de nuestra visita a Singapur cuando ellos todavía vivían allí 😊 . El formato de este viaje fue un roadtrip desde Castellón hasta Estrasburgo.

Aun así, y para no perder la costumbre, nos las apañamos para combinar este roadtrip con un concierto, como no podía ser de otra manera, ya que nuestra primera parada fue Barcelona, donde nos alojamos con otros amigos, Sandra y Ori (¡tenemos unos amigos súper hospitalarios y que no nos merecemos! ❤️ ) y donde aprovechamos para ver el concierto de Slayer + Lamb of God + Obituary + Anthrax.

Estrasburgo en todo su esplendor
Estrasburgo en todo su esplendor

Ruta del roadtrip España (Castellón) – Alsacia

Nuestra ruta en coche constó de las siguientes etapas:

  • Castellón – Barcelona
  • Barcelona – Dijón
  • Dijón – Colmar
  • Colmar – Kurtzenhouse
  • Visita durante varios días a los pueblos de Alsacia, que es de lo que va a ir este post, antes de emprender la vuelta:
  • Kurtzenhouse – Annecy
  • Annecy – Montélimar
  • Montélimar – Carcassonne
  • Carcassonne – Castellón

Como decía, este post tratará sobre los pueblos más bonitos de Alsacia que visitamos, pero al final del mismo también hablaré brevemente de algunas de las ciudades que visitamos a la ida o a la vuelta que, aunque no se encuentren en la zona de Alsacia, igual también os sirven para montaros vuestro propio roadtrip y para decidir qué paradas hacer.

Viñedos alsacianos recubiertos de escarcha por la mañana
Viñedos alsacianos recubiertos de escarcha por la mañana

Alsacia como región

La zona de Alsacia se encuentra en la esquina noreste de Francia, separada de Alemania por el poderoso río Rin, que hace de frontera natural. De hecho, por motivos históricos, Alsacia puede resultar un poco confusa para el visitante: «¿Pero yo dónde narices estoy: en Francia o en Alemania?». Pues la respuesta a esta pregunta a día de hoy es Francia, pero según el momento histórico en el que la formulásemos, podría haber sido Alemania perfectamente.

Vamos allá con la clase de historia, que sabéis que me gusta (copiada tal cual de mi Lonely Planet, porque está muy reducida y muy bien explicada): la influencia francesa en Alsacia comenzó durante las Guerras de Religión (1562-1598) y se incrementó en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). La mayor parte de la región quedó anexionada a Francia en 1648 con el Tratado de Westfalia.

En tiempos de la Revolución Francesa, los alsacianos ya se sentían más unidos a Francia que a Alemania, pero el tiempo no enfrió el apetito de los alemanes por la región que ellos denominaban Elsass. Al término de la Guerra Franco-Prusiana en 1871, una Francia resentida se vio obligada a ceder la Alsacia al káiser. La región fue devuelta a los franceses tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, pero la Alemania nazi se la anexionó de nuevo en 1940.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la Alsacia fue de nuevo restituida a Francia. Sin embargo, la situación dentro de la región era tensa, ya que 140 000 alsacianos habían sido reclutados por el ejército de Hitler en calidad de ciudadanos anexionados al III Reich. Dichos reclutas recibían el apodo de «Malgré-Nous» (literalmente, «a pesar de nosotros») porque la mayoría habían ido a la guerra en contra de su voluntad. A fin de convertir la Alsacia en un símbolo de la esperanza para la futura cooperación franco-alemana (y paneuropea), Estrasburgo fue elegida sede del Consejo de Europa (en 1949) y, más tarde, del Parlamento Europeo.

Como veis, la región tiene una historia moderna bastante traumática, ya que sus habitantes cambiaron de nacionalidad cuatro veces en 75 años. El resultado de esto es que Alsacia es un híbrido cultural bastante impactante: sin ir más lejos, muchos de los nombres de los pueblos de los que voy a hablar en este post suenan más alemanes que franceses.

En Alsacia tienen su propio «dialecto alemán», pero son fieles al estilo francés; se declaran fans tanto del foie-gras o el queso, como del chucrut o de los bretzels; y nunca le dicen que no a un buen vino, pero tampoco a una cerveza. Se trata de una mezcla de nacionalidades muy curiosa y peculiar, pero es que además es una zona que parece sacada de un cuento de hadas, con sus viñedos, sus castillos en la cima de las montañas, los nidos de cigüeñas en las torres de la iglesias y las casas con entramado de madera que parecen sacadas del escenario de La Bella y la Bestia.

¿Qué, con ganas de visitarla ya y de dejaros confundir por su encanto? 😉

La imponente catedral de Notre-Dame de Estrasburgo
La imponente catedral de Notre-Dame de Estrasburgo


Época del año para visitar los pueblos más bonitos de Alsacia

La época del año más típica para visitar a Alsacia, aparte del verano, es la época navideña y pre-navideña, como fue nuestro caso, ya que estuvimos en la zona a finales de noviembre. Y el motivo de que esta época del año sea la temporada alta no es otro que los espectaculares mercados navideños que montan en todas las ciudades y pueblecitos.

Si podéis, os recomiendo que planifiquéis vuestra visita para hacerla cuadrar con estas fechas, ya que una zona preciosa como Alsacia se convierte en un lugar absolutamente mágico cuando está todo adornado con la decoración navideña e iluminado con miles de lucecitas que hacen que los pueblos y ciudades tengan todavía más aspecto de cuento de hadas si cabe.

Podéis ver las fechas de apertura de los diferentes mercados navideños de los distintos pueblos y ciudades aquí. Varían según el pueblo, pero suelen ir desde el último fin de semana de noviembre hasta las fechas navideñas, así que nosotros los pillamos por los pelos (algunos estaba ya abiertos y otros no), pero sí que podemos decir que disfrutamos de su magia.

He de decir que por las mañanas hacíamos las visitas a los pueblos nosotros solos, sin apenas cruzarnos con un alma por las callejuelas, sin turistas anónimos chupando plano en nuestras fotos y vídeos, y eso es una maravilla. Sin embargo, he visto vídeos promocionales filmados en verano de los pueblos más bonitos de Alsacia de los que os voy a hablar en el post, y en general veo marabuntas de gente, así que esto es algo a tener en cuenta, porque la experiencia en una situación u otra cambia bastante.

Obviamente, en la época navideña en esa zona hace bastante frío, así que deberéis ir bien equipados: buenas botas de invierno, buen abrigo, buenos guantes, buena bufanda y buen gorrito, y a ver pueblos bonitos tan felices ⛄ .

En cuanto a cuánto tiempo invertir en visitar esta zona, yo os diría que un mínimo de 4 días: uno entero para Colmar, otro entero para Estrasburgo (mínimo, mejor sería dos) y dos días más para recorrer el resto de pueblecitos pequeñitos de los que os voy a ir hablando. ¡Vamos allá!

El mercado navideño de la Plaza Broglie de Estrasburgo
El mercado navideño de la Plaza Broglie de Estrasburgo

Los pueblos más bonitos de Alsacia

Vamos a hablar de los pueblos que visitamos que más nos gustaron. Os los voy a poner de sur a norte, siguiendo el orden en el que los vimos nosotros subiendo desde España en coche. Aquí podéis encontrar también un mapa donde los podréis ubicar:



1. Eguisheim

Eguisheim es una pequeña maravilla de menos de 2000 habitantes que se encuentra rodeado de viñedos y encajado en un pequeño valle. Se trata de una población medieval con forma de «ciudad circular», es decir, formada por tres anillos principales concéntricos. A partir de ahí, las callejuelas que los unen forman un encantador laberinto por el que es obligado perderse. Se trata de callecitas peatonales, estrechas, retorcidas, adoquinadas y simplemente encantadoras.

La estampa más típica de Eguisheim no puede ser más cuqui
La estampa más típica de Eguisheim no puede ser más cuqui

Destacan las bonitas casas, cada una de un color y con entramado de madera, decoradas primorosamente con flores, que se renuevan con cada estación para que siempre estén en flor y bien bonitas. Si este es el primer pueblo alsaciano que visitáis, os impactará, como nos sucedió a nosotros, por la cantidad de decoración que tienen las casas, dispuesta con sumo cuidado y mimo. En nuestro caso era decoración navideña, aunque no sé si siempre será así o es solo cosa de la época del año, que es lo más probable.

Hay algunas plazoletas con fuentes, algunas casas señoriales, una iglesia que data del S. XIII y locales en los que degustar y comprar los deliciosos vinos alsacianos. Una monada.

Arquitectura típica alsaciana en Eguisheim
Arquitectura típica alsaciana en Eguisheim

2. Colmar

Sin duda, estamos ante la joya de la corona de Alsacia. Su fama le precede, y es que no es para menos.

Se trata ya de una ciudad más grande, de unos 70 000 habitantes, lo cual es incluso más impresionante, porque la extensión del casco histórico y de la zona con encanto es amplísima, y es un lugar donde hay mucho más que disfrutar que en un pueblecito pequeñito como el anterior, donde tal vez una paseíto de una hora te da para verlo más o menos todo. Aquí no: Colmar es una ciudad y es preciosa, con lo cual, bien se merece un día entero (¡o al menos medio!). Nosotros optamos por hacer noche en esta ciudad para no ir con prisas ni agonías y poder disfrutar de la ciudad sin agobios. Además, así pudimos verla iluminada por la noche: simplemente, magia.

Colmar de noche - Más mágico si cabe
Colmar de noche – Más mágico si cabe

La cantidad de casas con entramado de madera es incontable y, si a vosotr@s os gustan tanto como a mí, eso significa felicidad pura: mires donde mires, vayas por la calle que vayas, camines cuanto camines, ¡ahí están! Muchas se remontan al S. XIV, cada una es de un color, cada cual compite con sus vecinas por tener la decoración más bonita, por tener las flores más coloridas en los alféizares de las ventanas, por ser la más cuidada y la más impresionante, por ser la que más parece estar hecha de chocolate o de caramelo. Una maravilla, en serio.

Simplemente pasear por sus callejuelas adoquinadas es un auténtico placer, pero, aunque lo parezca, no olvidemos que esto no es un pueblecito, es una ciudad, así que cuando os canséis de pasear, no vais a tener ningún problema en encontrar un lugar donde tomaros un vino para entrar en calor, una cervecita para descansar un rato o un restaurante de lo más chic donde comer o cenar.

No os podéis perder la zona de Little Venice, o la Pequeña Venecia, porque sí, por si fuera poco, Colmar también tiene canales. Se pueden hacer paseos en barca, pero nosotros nos conformamos con disfrutar de las vistas desde tierra firme. ¡Y menudas vistas! Esta zona es, de verdad, indescriptible. A mí personalmente me parece la quintaesencia francesa: las casitas, las callecitas, los canales con los puentes… Es todo tan… cuqui. ¡La palabra es cuqui, sin duda alguna! Es tal cual el escenario del pueblo de La Bella y la Bestia, y es imposible no enamorarse de este lugar.

Decoración navideña en Colmar
Decoración navideña en Colmar

Otra zona obligatoria, siguiendo el río Lauch, es el barrio de pescadores, el Quai de la Poissonnerie, que es igual de cuqui que la zona anterior. También vale la pena visitar el mercado cubierto, ya que el edificio por fuera es bastante bonito, de ladrillo con llamativas ventanas rojas, y por dentro creo que es el mercado más luminoso, limpio, ordenado y organizado que he visto en mi vida. Allí se pueden encontrar productos locales de calidad como, por ejemplo, queso o embutidos.

Uno de los edificios más famosos de la ciudad es «La casa de las cabezas» o «Maison des Têtes«. Se trata de un edificio que data de 1609, del renacimiento alemán; recibe su nombre debido a las 106 cabezas de animales, demonios y querubines que decoran la intrincada fachada de la casa, en la que destaca también una preciosa ventana en mirador de tres pisos.

Otro edificio que vale la pena admirar es la Casa Pfister, construida en 1537. A pesar de su aspecto medieval (con torreta incluida), es el primer ejemplo de arquitectura renacentista de Colmar. Cuenta con un mirador esquinero de dos pisos, una balconada de madera y, como ya he mencionado, una torreta octogonal con murales.

Flipando en Colmar
Flipando en Colmar

También vale la pena asomarse a ver la antigua aduana o Koïfhus, de 1480, con su bonito techo decorado con un patrón geométrico; se trata del edificio público más antiguo de la ciudad.

El museo Unterlinden también promete, aunque nosotros no llegamos a visitarlo. Está ubicado en un antiguo convento del S. XIII y en el edificio correspondiente a los antiguos baños municipales. Una serie de galerías subterráneas con salas de exposiciones unen los dos edificios, pasando por debajo del Palacio Unterlinden y del propio canal.

Un dato curioso: uno de los hijos más ilustres de Colmar es, sin lugar a dudas, Frédéric Auguste Bartholdi, que es ni más ni menos que el autor de la Estatua de la Libertad. En su casa natal hay un museo dedicado a su vida y obra, donde se puede ver, por ejemplo, el modelo en escayola a tamaño real de la oreja de la famosa estatua, cuyo lóbulo es más grande que una sandía.

Colmar es, sin duda alguna, uno de los pueblos más bonitos de Alsacia.

El encanto de Colmar es too much
El encanto de Colmar es too much

3. Kayserberg

Kayserberg tiene una población de apenas 5000 habitantes y se encuentra a solo unos 10 km de Colmar.

Este es otro de los pueblos que os enamorará seguro con sus viñedos en suave pendiente, su castillo en la cima de una colina y su puente fortificado del S. XVI sobre el veloz río Weiss. En este pueblo, como en muchos otros de la zona, se nota con claridad la influencia alemana en los nombres, ya que el nombre del río, Weiss, significa «blanco» en alemán, mientras que el propio nombre del pueblo significa «montaña del emperador».

¿No os parece que va a salir Bella de alguna de estas casitas de Kayserberg?
¿No os parece que va a salir Bella de alguna de estas casitas de Kayserberg?

Un paseo por el casco antiguo nos llevará al ornamentado ayuntamiento de estilo renacentista y a la Iglesia Ste-Croix de arenisca roja, cuyo altar contiene 18 paneles en altorrelieve pintado que representan escenas de la Pasión y la Resurrección. Enfrente podemos ver una fuente renacentista coronada por una estatua del emperador Constantino. No podemos dejar de mencionar las casitas con entramado de madera y las callejuelas adoquinadas, que son una constante en toda la zona, y en nuestro caso, también la decoración navideña que transforma al pueblecito en un lugar mágico.

En la oficina de turismo se pueden alquilar audioguías de la ciudad para recorrerla a vuestro aire y no perderos ningún detalle.

El pequeño río que atraviesa Kayserberg
El pequeño río que atraviesa Kayserberg

4. Mittelwihr

Mittelwihr es un pequeño pueblecito de menos de 1000 habitantes por el que pasamos de casualidad de camino al siguiente pueblo de la lista y en el que vimos… ¡una súper tienda de cervezas! Los que nos conocéis, sabéis que la cerveza tenía que salir por algún lado en este post, y en el país del vino, la existencia de esta mega bottleshop en un pueblecito en medio de la nada, es un signo más de la influencia alemana en esta zona.

La tienda en cuestión se llama Bier & Co., es gigante y ahí hay más de 600 referencias en botella. Había una sección de cervezas clásicas, otra de cerveza artesanal de grandes cerveceras internacionales, como To Ol o Mikkeller, y después una sección de craft francesas. El chico de la tienda era bastante entendido y amable. Aprovechamos para cargar el maletero de buenas cervezas para llevar a casa de nuestros amigos, así que si sois cerveceros, esta pequeña parada de avituallamiento os puede interesar. Si también os interesa el vino o el whisky, también tenían material allí, aunque nosotros ni lo miramos, así que no os podemos contar mucho más. Es la mejor tiende de cervezas de toda Alsacia, sin ninguna duda.

Buen material en esta bottleshop
Buen material en esta bottleshop

5. Riquewihr

Con sus algo más de 1000 habitantes, Riquewihr es otro de esos pueblos de ensueño que no os dejará indiferentes. Las murallas medievales encierran un centro histórico ideal para pasear, un fotogénico laberinto de callejones tortuosos, patios ocultos y casas con entramado de madera, cada uno más colorida y bonita que la anterior.

Callejuela de cuento en Riquewihr
Callejuela de cuento en Riquewihr

La puerta de la ciudad, llamada Dolder, que data de finales del S. XIII, está construida en piedra y madera y coronada por un campanario de 25 m. Parece ser que merece la pena por sus vistas panorámicas y por el pequeño museo de historia local, aunque nosotros no llegamos a visitarlo.

Hasta las torres están adornaditas en Riquewihr
Hasta las torres están adornaditas en Riquewihr

Desde esta puerta, la Rue des Juifs (el antiguo barrio judío) baja por la colina hasta la torre medieval llamada Tour de Voleurs, que también se puede visitar y en cuyo interior hay una siniestra cámara de tortura y una cocina de vinicultores a la antigua usanza.

Riquewihr se encuentra en la lista oficial de los pueblos más bonitos de Francia, así que es un destino que no hay que perderse por nada del mundo.

Bonitos (aunque inclinados) edificios típicos en Riquewihr
Bonitos (aunque inclinados) edificios típicos en Riquewihr

6. Ribeauvillé

Ribeauvillé, con unos 5000 habitantes, acurrucado en un valle, presidido por un castillo y repleto de casas con entramado de madera y callejuelas retorcidas, es parada obligatoria en una ruta por los pueblos más bonitos de Alsacia.

Es que no me puede gustar más Ribeauvillé
Es que no me puede gustar más Ribeauvillé

Su larga calle principal, en pendiente y bordeada de tiendecitas y restaurantes, es una delicia por la cual debemos pasear, al igual que por sus callejuelas circundantes, repletas de casitas típicas que datan de entre el S. XV y el S. XVIII, adornadas con flores y decoración navideña. Destacan la Pfifferhüs, del S. XVII, que antiguamente albergaba a los juglares de la ciudad; así como el Ayuntamiento, que contiene una importante colección de antigüedades, con su fuente renacentista enfrente; así como también el cercano Tour des Bouchers o campanario de los carniceros, con reloj incluido. También hay dos bonitas iglesias de estilo gótico, la Iglesia de San Gregorio y la de San Agustín.

Una de las bonitas plazas principales de Ribeauvillé
Una de las bonitas plazas principales de Ribeauvillé

Está también rodeada de viñedos y encontraremos lugares donde hacer catas y comprar botellas de vinos locales.

Otro de los atractivos de este pueblo son las ruinas de tres castillos cimeros que bordean Ribeauvillé: los castillos de St-Ulrich, Giersberg y Haut Ribeaupierre, a las cuales se puede llegar mediante una excursión a pie (3 h ida y vuelta).

Encanto sin fin en Ribeauvillé
Encanto sin fin en Ribeauvillé

7. Bergheim

Bergheim, con sus algo más de 2000 habitantes, presenta un aspecto muy inocente y encantador para haber tenido un pasado tan turbulento. Por una parte, la población entera de Bergheim fue aniquilada por dos guerras y la peste durante los siglos XVII y XVIII, por lo que se invitó a inmigrantes de otros países a establecerse en el pueblo, y la llamada fue respondida por pobladores procedentes de Suiza, Alemania, Hungría, Austria y Rumanía. Por otra parte, el Musée de la Sorcière o Museo de Brujería muestra una exposición sobre los juicios de brujería que se llevaron a cabo en el pueblo entre 1582 y 1682, como resultado de los cuales, varias mujeres fueron quemadas por brujería.

Sin embargo, a día de hoy, presenta un aspecto apacible y, en nuestro caso, bastante aletargado, ya que en este pueblo era en el que habíamos pensado comer e incluso nos costó encontrar un lugar donde hacerlo. Nada más entrar por la Porte Haute, la única puerta de entrada a la ciudad que se conserva, hay un restaurante con muy buena pinta, La Cour de Bailli, pero nos pareció un poco caro para lo que andábamos buscando, así que después de recorrer el pueblo y darnos cuenta de que estaba todo prácticamente cerrado, acabamos en un acogedor lugar llamado Winstub L’Altenberg donde comimos de maravilla.

Agradable lugar en el que comimos en Bergheim
Agradable lugar en el que comimos en Bergheim

Pero volviendo a lo que es el pueblo: está completamente rodeado de murallas medievales que datan del S. XIV, con sus correspondientes torres, cuenta con una iglesia gótica primitiva, bonitas plazas adoquinadas y bordeadas de casas con entramado de madera, cada una de un color, y un jardín municipal donde podremos admirar un tilo milenario que data de en torno al año 1300.

Como la competencia es tan feroz, tal vez Bergheim es uno de los pueblos más discretos de la ruta (aunque el frío, el hambre y el cansancio de haber estado pateando toda la mañana pueden influir en esta decisión), pero eso no quita que siga siendo una monada.

Bergheim - ¡Viva el amarillo!
Bergheim – ¡Viva el amarillo!

8. Haut-Koeningsbourg

Esta parada no es un pueblo, sino un castillo. Nosotros no lo llegamos a visitar, ya que íbamos con el tiempo un poco justo, así que nos dedicamos a disfrutar simplemente de las vistas.

El castillo se alza a 800 metros de altura, por lo que hay que subir con el coche una altura considerable. En nuestro caso, este ratito de conducción fue totalmente espectacular porque pillamos niebla y, al subir por la montaña, atravesando bosques y con vistas a las colinas y los viñedos circundantes, perdido todo entre la niebla, la verdad es que los paisajes nos dejaron sin palabras y lo disfrutamos muchísimo. Las vistas desde arriba no son menos: se divisa el plano de la Alsacia, los Vosgos, la Selva Negra y, en días despejados, hasta los Alpes.

Las vistas de las montañas nubladas desde Haut-Koeningsbourg eran lo más
Las vistas de las montañas nubladas desde Haut-Koeningsbourg eran lo más

El castillo, construido en el S. XII en arenisca roja, ha sido testigo de nueve siglos de conflictos europeos y de rivalidades entre señores feudales, emperadores y reyes. A principios del S. XX, el káiser Guillermo II decidió reconstruir el castillo, que había sido sitiado, destruido y finalmente abandonado tras la Guerra de los Treinta Años, y finalmente abrió sus puertas de nuevo en 1908 en todo su esplendor y conservando intacto su aspecto medieval.

La carretera que lleva al castillo es solo de una dirección: subes por un lado de la montaña y bajas por el otro.

Aunque no se visite el castillo en sí, que seguro que es súper interesante, esta es una parada en la ruta que vale mucho la pena.

El castillo de Haut-Koeningsbourg
El castillo de Haut-Koeningsbourg

9. Sélestat

Sélestat es ya un pueblo más grandecito, de unos 20 000 habitantes. Se trata de una localidad repleta de arte y de historia y es culturalmente muy rica, ya que cuenta con 34 monumentos históricos, como la Église Sainte Foy, de estilo románico, y que data del S. XII; la Église St-Georges, de estilo gótico y de los S. XIII-XV; y la Bibliothèque Humaniste, en la que se encuentran documentos de gran valor histórico, como el documento en el que se empleó por primera vez la palabra «América» para referirse al nuevo mundo (1507), así como otro documento con la primera mención escrita del árbol de Navidad (1521).

Aquí se aprecia mucha más mezcla de estilos arquitectónicos: si bien encontramos casas con entramado de madera, típicas de la zona y presentes en todos los pueblos que menciono en el post, aquí también encontramos multitud de palacetes renacentistas, casas señoriales e incluso edificios «normales y corrientes».

Una de las principales plazas de Sélestat envuelta en niebla
Una de las principales plazas de Sélestat envuelta en niebla

La ciudad se encuentra a orillas del río Ill, y sobre el mar de tejaditos rojos, se distinguen diversas torres en el horizonte. En las afueras de la ciudad, donde aparcamos, hay una bonita torre del agua y, a medida que vas paseando, te vas encontrando con torres campanario, torres con reloj y agujas de iglesia por doquier. Aquí también había bastante niebla, y todas estas torres iban apareciendo como de la nada a medida que te acercabas a ellas.

Un hombre muy amable nos vio haciendo fotos y grabando videos y nos acompañó personalmente a un pequeño claustro que le gustaba a él especialmente y que, desde luego, sin su ayuda y sin su recomendación, nunca hubiésemos descubierto. No he podido encontrar exactamente qué lugar era, pero me imagino que será el claustro de alguna de las iglesias de la ciudad. Una pena no poder dar más datos, pero el pequeño patio era bastante chulo y transmitía mucha paz.

Torres que van apareciendo entre la niebla en Sélestat
Torres que van apareciendo entre la niebla en Sélestat

Sélestat no tiene ese encanto de pueblecito pequeño sacado de un cuento de hadas de cualquiera de los pueblos anteriores; tiene un aspecto diferente y transmite un rollo distinto, pero no deja de ser una pequeña ciudad preciosa y con un casco antiguo muy cuco.

La arquitectura de Sélestat no deja indiferente a nadie
La arquitectura de Sélestat no deja indiferente a nadie

10. Gertwiller

Gertwiller es la capital francesa del «pain d’épices» o pan de jengibre. En esta pequeña localidad encontramos la casa Lips, que es un museo-tienda de pain d’épices y está decorada como la casita de chocolate de Hansel y Gretel… ¡taaaan cuqui!

¡La casita de chocolate!
¡La casita de chocolate!

En esta casa lleva haciéndose el pain d’épices de manera tradicional desde hace 200 años, y en la exposición, aparte de poder comprar todos los dulces que queráis, también podemos encontrar moldes de pasteles, piezas de cerámica, souvenirs de todo tipo, decoración navideña y típica alsaciana, etc.

Una pasada de visita en la que no os podréis resistir a comprar algo dulce para el camino, ¡os lo garantizo!

El hombrecito de jengibre para mí
El hombrecito de jengibre para mí

11. Obernai

Obernai, que es un pueblo ya más grandecito, con casi 12 000 habitantes, no puede ser más bonito.

La plaza del mercado, donde se encuentra el Ayuntamiento del S. XVI; la plaza de la Église St-Pierre et St-Paul, de estilo neogótico y con agujas gemelas; las callejuelas adoquinadas; las casitas con entramado de madera, primorosamente adornadas con flores y con decoración navideña; el «Pozo de los seis cubos»; la Halle des Blés o lonja del trigo, del S. XVI y coronada con una campana… Todo ello conforma un pueblo encantador por el que es un placer pasear.

Céntrica calle de Obernai
Céntrica calle de Obernai

Pero es que además tiene un par de pluses:

  • está completamente bordeado de murallas, con sus torres de vigía, que datan del S. XIII. Se puede acceder a ellas desde la plaza que hay delante de la Église St-Pierre et St-Paul .
  • es un pueblo bastante gourmet, donde se pueden encontrar delicias locales y nacionales. Por ejemplo en la quesería Le Goût du Terroir compramos el mejor queso Comté que hemos probado en nuestra vida, un auténtico placer; visitamos también una «nougatería» con una variedad espectacular de nougat, el equivalente francés a nuestro turrón, que aunque era carísima, vale la pena simplemente entrar a ver semejante mandanga; hay varias confiterías donde venden pain d’épices y demás dulces para hacer las delicias de los más golosos; ¡y no olvidemos los bretzels! Como snack a media tarde o incluso de desayuno acompañado con un café con leche, en su variedad original o aderezados con ingredientes adicionales (como jamón y queso por encima, como fue nuestro caso), siempre son una buena opción.
  • tampoco podemos obviar el vino: varios viticultores poseen bodegas que se pueden visitar a un corto paseo de la ciudad (en la oficina de turismo tienen mapas para ubicarlas)
  • mención aparte se merece la tarte flambée: se trata de un plato típico de la zona (y también de Alemania, bajo el nombre de flammkuche). Lo más fácil es compararlo a una pizza, aunque en realidad es bastante diferente, ya que los ingredientes de este plato tradicional alsaciano son la masa fina de pan (en forma rectangular u ovalada, nunca redonda), crème fraîche, cebolla y bacon. En el restaurante Le Halle aux Blés de Obernai la hacen de maravilla.
Las murallas iluminadas de Obernai
Las murallas iluminadas de Obernai

12. Estrasburgo

Como última parada, tenemos Estrasburgo, la capital de Alsacia, que ya es una pedazo de ciudad de más de 280 000 habitantes y es en lo primero que muchos pensamos al hablar de los pueblos más bonitos de Alsacia.

Nosotros le dedicamos un día entero y fuimos en tren desde Kurtzenhouse, ya que los atascos para entrar y salir de la ciudad son bastante infernales. Tened en cuenta que, aparte de ser la capital de la región, allí se encuentra el Parlamento Europeo, con toda la cantidad de gente que ello implica.

Salimos de la estación a la Place de la Gare y nos dirigimos a la derecha. La primera cosa interesante con la que nos encontramos fue el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Estrasburgo (MAMCS). No llegamos a entrar, pero sus fachadas llaman muchísimo la atención, ya que están repletas de murales en blanco y negro con un estilo como de cómics retro. Una chulada. En el interior encontraremos obras de Kandinsky, Picasso, Magritte y Monet, entre otros.

Justo enfrente del museo encontramos la Barrage Vauban, del S. XVII, una potente presa y puente por el que cruzar el río Ill y desde donde admirar los cercanos Ponts Couverts, con sus llamativas torres.

Les Ponts Couverts y la catedral al fondo en Estrasburgo
Les Ponts Couverts y la catedral al fondo en Estrasburgo

Una vez cruzado el río, hacia esas torres nos dirigimos y nos adentramos en la zona llamada la Petite France, el barrio más pintoresco del casco antiguo de Estrasburgo. Está repleto de canales, esclusas y callejones estrechos y retorcidos, y en esta zona es donde los pescadores, los molineros, los curtidores, etc. ejercían sus oficios en la Edad Media. También abundan aquí las casas con entramado de madera y adornadas con flores, y hay parques a orillas del río, perfectos para pasear y desconectar.

De la Petite France pasamos ya a la Grande Île, es decir, la gran isla, donde se encuentra el extenso casco antiguo de Estrasburgo, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco. Se trata de un lugar cargado de historia, con sus casas típicas de tonos pastel con el entramado de madera, calles encantadoras y plazas muy animadas bordeadas de cafés.

¿Cómo no te vas a enamorar de Estrasburgo?
¿Cómo no te vas a enamorar de Estrasburgo?

Nos dirigimos a la céntrica Plaza Kléber, donde en la época navideña hay un enorme árbol de Navidad dominando toda la plaza, y también un pequeño mercado navideño. Quiero comentar que para entrar a la zona del centro hay policía apostada en los puentes de entrada principales y llevan a cabo registros de bolsos, mochilas, etc. (no sé si siempre o solo en fechas señaladas). La cuestión es que, efectivamente nos registraron nuestras pertenencias y, aun así, a los 15 días de estar nosotros en Estrasburgo, fue el terrible atentado en la ciudad, precisamente en el mercado navideño de cerca de la Plaza Kléber, en el que murieron 5 personas. Terrible.

A continuación nos dirigimos al mercado navideño de la Plaza Broglie, que es el más espectacular y el más grande de la ciudad. Hay muchas casetas gourmet, con productos y platos típicos de la zona, dulces, decoración navideña, artesanía, cerámica, etc. A nosotros nos encanta el vino caliente especiado, y aquí encontramos un puesto que tenía como 30 tipos diferentes… ¡flipamos! El mercadillo nos lleva hasta el edificio de la Opéra National du Rhin, bastante bonito. Una vez llegados ahí, como el mercadillo tiene varios «pasillos», se puede desandar lo andado por otro de los pasillos para ver otros puestecitos.

El árbol de Navidad de la plaza Kléber en Estrasburgo
El árbol de Navidad de la plaza Kléber en Estrasburgo

Cuando nosotros estuvimos, al ser por la mañana y al no ser plena temporada navideña, sino un poquito antes, no estaban abiertas todas las casetas, sino tal vez solo la mitad, y se podía disfrutar de la experiencia y pasear tranquilamente admirando todo lo expuesto; sin embargo, por lo visto, si se va a horas punta o en días festivos, parece ser que está tan abarrotado que no se puede ni caminar. Es para tenerlo en cuenta…

Lo siguiente ya fue acercarnos a la plaza de la catedral, que es la guinda de un pastel ya de por sí delicioso llamado Estrasburgo. La Catedral de Notre-Dame, pues así se llama, es una obra maestra del arte gótico. La grácil aguja de 142 m de altura (huérfana, pues su compañera del lado sur nunca llegó a construirse) convirtió a la catedral en el edificio más alto de la cristiandad hasta el S. XIX. Está construida en arenisca roja, como muchos otros edificios de la zona, pero en este caso, la piedra está intrincadamente trabajada para formar todo tipo de filigranas.

En el interior, tanto las vidrieras (S. XII – XIV) como el rosetón reclaman parte de la atención, así como el espectacular órgano. El reloj astronómico de 30 m de altura es una mezcla de estilos gótico y renacentista. Marca el mediodía solar a las 12:30 con un desfile de figuras de madera que representan las etapas de la vida y a Jesús con los apóstoles.

También se puede subir por una escalera de caracol a una plataforma que se alza a 66 m, que ofrece estupendas vistas tanto de la torre como de la ciudad que se extiende a tus pies.

La increíblemente bonita catedral de Estrasburgo
La increíblemente bonita catedral de Estrasburgo

Tanto a un lado como a otro de la catedral, en la Place de la Cathédrale y la Place du Château, respectivamente había puestecitos navideños, tiovivos para niños y ambientillo en general. En esta última plaza se encuentra el Palais Rohan, un palacio del S. XVIII que alberga varios museos: el Museo de Bellas Artes, el Museo de Artes Decorativas y el Museo Arqueológico.

Si hay un edificio en Estrasburgo que puede plantarle cara a la catedral, esa es la casa Kammerzell. Se encuentra en la propia plaza de la catedral, muy cerca de esta, haciendo esquina, y es fácilmente reconocible por lo intrincada que es su fachada. Data de 1589 y la decoración que presenta, tanto secular como religiosa, está inspirada en la Biblia, la mitología griega y romana y en la Edad Media.

La alucinante Casa Kammerzell de Estrasburgo
La alucinante Casa Kammerzell de Estrasburgo

Otra cosa que no hay que dejar de hacer es bajar al Quai des Bateliers y pasear por la orilla del río Ill admirando desde la distancia la Grande Île, es decir, el centro. Las vistas son totalmente espectaculares.

Para bajar al río desde la zona de la catedral, recomiendo que toméis la Rue du Maroquin, ya que es especialmente bonita y en la época navideña presenta casitas especialmente bien decoradas.

Otra placita muy cuqui que nos pareció que tenía mucho encanto es la Place du Marché Gayot, que queda ya detrás de la catedral. Está totalmente bordeada de cafeterías y restaurantes, adoquinada y con terracitas atractivas (si no hubiese sido por el frío, en nuestro caso). Con mejor tiempo, estoy segura de que es una parada ideal para descansar un poco y tomar un cafecito o una cañita.

Estrasburgo es una ciudad de postal
Estrasburgo es una ciudad de postal

Hablando de cerveza… ¡también encontramos una tienda de cervezas aquí! Se llama Le Village de la Bière y se trata de una bottleshop con mucha variedad y muchos vasos y demás, todo de corte clásico. Se encuentra muy cerca de esta última plaza de la que os he hablado.

Hay muchísimas cosas más que hacer en Estrasburgo, pero a nosotros el día no nos dio para más. Cositas interesantes que se nos quedaron pendientes:

  • visitar la zona del Parlamento Europeo y el propio edificio, que seguro que tiene que ser una visita bien chula
  • hacer el paseo en barco con Batorama, una empresa que ofrece visitas guiadas en barcos climatizados de 70 minutos a lo largo de todo el año, y que recorre los puntos más destacables de la ciudad, como la Petite France, la Barrage Vauban y los Ponts Couverts, el barrio imperial Neustadt y la zona de las instituciones europeas.

Nosotros comimos en un restaurante oriental, ya un poco más en las afueras, llamado EAST Cantine que nos encantó, ya que aparte de ser muy chulo, había platos asiáticos de distintos países (japoneses, tailandeses, etc.), muy ricos y a muy buen precio. Eso sí, iban a tope, así que igual toca esperar un poco.

Los murales del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Estrasburgo
Los murales del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Estrasburgo

Vuelta a España desde la ruta de los pueblos más bonitos de Alsacia

Una vez recorrida la zona de Alsacia, el camino de vuelta más rápido que nos marcaba Google en ese momento era atravesando Suiza (al menos para dirigirnos a la zona del Mediterráneo, no sé para otras zonas de España).

Y la verdad es que esta zona nos pareció preciosa para conducción: paisajes alucinantes, lagos, bosques, montañas… No conocemos Suiza todavía, pero solo por este ratito de conducción por sus carreteras ya tenemos claro que tiene que ser un país alucinante.

Sin embargo, hay varias cosas a tener en cuenta:

  • Hace falta una «vignette» para circular por las carreteras suizas: es la forma que tienen ellos de pagar peajes. Se trata de una pegatina que tienes que comprar en los puestos de aduanas al entrar en el país, o en las oficinas de correos o en cualquier gasolinera. Vale 40 CHF, que equivale a unos 36 euros, la pegas en la parte interior del parabrisas y te da derecho a conducir por Suiza durante 13 meses contando a partir del 1 de diciembre (o en su defecto, lo que te quede del año hasta el siguiente 1 de diciembre, si no lo entendimos mal). Caro para un viaje de pasada como fue el nuestro (aunque los peajes franceses tampoco son de broma), rentable si vais a estar varios días por el país, ya que es lo único que tendréis que pagar en cuanto a peajes.
  • Efectivamente, hay que cruzar la frontera y pasar por los puestos de aduanas. Allí hay policías que van parando uno a uno a los coches y te hacen un par de preguntas: de dónde vienes, a dónde vas, etc. Lo típico. Si lo ven todo correcto, en menos de un minuto estás en marcha de nuevo; si algo no les gusta, me imagino que te registran el coche 🤷‍♀️ .
  • Los controles de velocidad en Suiza son muy estrictos y hay un montón de radares, controles, etc. Id con mucho cuidado de no sobrepasar la velocidad permitida, porque los multazos por lo visto son de aúpa y según he leído, exceder en 25 km/h el límite de velocidad en autopistas supone un delito.
  • Suiza es caro, eso lo sabemos tod@s. Así que os recomiendo que, si solo estáis de pasada como nosotros, intentéis no hacer gasto en el país: llevad agua y comida en el coche por lo que pueda pasar, intentad no repostar en gasolineras suizas y ni siquiera parar para ir al baño, ya que hasta por eso te cobran (¡nos pasó!).
Una de las preciosas plazas principales de Dijón
Una de las preciosas plazas principales de Dijón

Un par de paradas recomendadas

En este post he hablado principalmente de los pueblos más bonitos de Alsacia, pero claro, si estamos hablando de un roadtrip, antes hay que llegar, y después hay que volver.

Así que para ayudaros a diseñar vuestro roadtrip particular, me gustaría recomendaros un par de paradas más que interesantes de camino a Alsacia, porque un roadtrip se trata precisamente de eso, de disfrutar del camino.

Dijón

La capital de la zona de la Borgoña ya era una antigua conocida nuestra: ya habíamos parado por aquí en un roadtrip anterior y nos enamoró tanto que no dudamos en repetir esta vez.

Según la Lonely Planet, es una de las ciudades más bellas de Francia, así, tal cual. Y la verdad es que nosotros estamos totalmente de acuerdo: está llena de elegantes edificios medievales y renacentistas, su animado centro es maravilloso para pasear y te permite combinar la cultura con buena comida, buen vino y variadas compras.

Simplemente in love con esta ciudad
Simplemente in love con esta ciudad

Sin duda, el producto más típico de la zona es la famosa mostaza de Dijón y, en este sentido, la ciudad no defrauda: hay infinidad de puestos callejeros o tiendas elegantes donde abastecerte de mostaza para una vida. Y, por supuesto, hay mil tipos diferentes: tradicional, de azafrán, de albahaca, de pimentón, de grosella negra, etc. Es un souvenir o un regalito para alguien la mar de agradecido, y los paquetitos con varios sabores diferentes son muy vistosos y bonitos. ¡Recomendado!

La ciudad tiene mucho que ofrecer: hay mucho que ver, recorrer, visitar y disfrutar, así que aunque se trate de un parada «de camino», recomiendo dedicarle un mínimo de 2 noches.

Mostazas de todos los gustos y colores - ¡Una delicia!
Mostazas de todos los gustos y colores – ¡Una delicia!

Annecy

Annecy fue la sorpresa del viaje: sabíamos que Alsacia iba a molar, Dijón ya la conocíamos y nos encanta, pero de Annecy no sabíamos nada y… ¡wow!

Es una ciudad que tiene fama por el lago, ya que se encuentra a los pies del llamado Lac d’Annecy, que está totalmente integrado en la ciudad. Por lo demás, en los alrededores podemos encontrar bosques y montañas (se trata de la zona de los Alpes franceses, muy cerca de Chamonix y del Mont Blanc), y en la propia ciudad, descubriremos parques a orillas del lago, palacios señoriales, bonitas plazas, arquitectura medieval, un río que desemboca en el lago y un castillo vigilándolo todo desde las alturas. ¿Qué más se puede pedir?

La desembocadura del río en el Lac d'Annecy, bonito, no, lo siguiente
La desembocadura del río en el Lac d’Annecy, bonito, no, lo siguiente

¡Ah, sí! ¡Me olvidaba de la comida! Se trata de la zona de la Alta Saboya, así que predominan los platos típicos saboyanos, entre los que destaca la fondue savoryarde y demás platos en los que el protagonista es el queso, como la tartiflette o la raclette. ¡Amantes del queso, este es vuestro lugar! A nosotros todavía se nos escapa una lagrimilla al recordar las pedazo de fondue y tartiflette que nos arreamos… ¡qué barbaridad! Fue en el restaurante Le Freti: imperdible.

Además, para nuestro regocijo personal, también había una buena cervecería, llamada Beer O’Clock. Tenían un sistema tipo «tarjeta de crédito»: recargas una tarjeta que te dan con el saldo que quieras y tienes acceso a todos los barriles que tienen pinchados; colocas la tarjeta en el lector y te sirves tú mismo la cantidad que quieres de las cervezas que quieres, y esto se va descontando de tu saldo en la tarjeta. ¡Mola! Había bastante variedad, aunque es cierto que predominaban algo más las cervezas de corte clásico, especialmente belgas.

Y aquí, aunque ya no sea Alsacia, también había un mercado navideño la mar de majo. Había un montón de casetas con muchísima variedad y además, tuvimos la suerte de pillar desde el mismo mercado una proyección de imagen y sonido sobre la fachada del Ayuntamiento. ¡Fue una pasada!

Así que ya sabéis: parada 100% recomendada por su encanto, su belleza y su gastronomía. Un último dato interesante: de esta zona proviene el agua de la marca Evián.

Tartiflette en el Le Freti de Annecy
Tartiflette en el Le Freti de Annecy

Otra parada preciosa de camino a España es, por supuesto, Carcasonne. Sin embargo, de esta ciudad hablaré con más detalle cuando me anime a hacer un post sobre la región de Occitania. Aun así, no quería dejar de mencionarla para que la tengáis en cuenta como opción como parada más que interesante.

Y hasta aquí este completísimo post sobre los pueblos más bonitos de Alsacia, con algunos bonus de propina.

Espero haberos animado a visitar esta bonita región de Francia y, si lo hacéis durante la época navideña, podréis disfrutar de la magia de los mercadillos navideños y de las ciudades adornadas en primera persona. ¡Gente, que no os lo cuenten! 😜

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