Laponia, magia en estado puro
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Laponia: magia en estado puro

 

¡Hola, viajer@s!

Hoy os traigo un post sobre un sitio muy especial y en el que tuvimos toda una serie de experiencias maravillosas: la Laponia finlandesa. En realidad, podríamos decir que fue todo una macroexperiencia alucinante de 4 días, ya que todo lo que hicimos, lo que vimos, lo que comimos, lo que bebimos, lo que experimentamos y lo que sentimos fue total y absolutamente memorable. Si habéis leído mis anteriores posts sobre Helsinki (Qué ver en Helsinki y Qué hacer en Helsinki), sabréis que el listón estaba ya bastante alto, ya que la ciudad nos encantó, pero es que Laponia es otro nivel. Por si no habéis leído esos posts (¡error!), tened en cuenta que el viaje lo hicimos en enero de 2016, es decir, en pleno invierno, y con ola de frío incluida. Venga, vamos empezando con qué hacer en Laponia:

Vuelos desde Helsinki a Laponia

Como comentaba, estábamos ya en Helsinki, así que volar a Laponia nos resultó muy fácil, rápido y barato. Hay varios vuelos al día desde la capital a Rovaniemi (capital de Laponia), por lo que es una ruta bastante bien comunicada. Nosotros volamos de nuevo con Norwegian, el vuelo dura 1 hora y 20 minutos y nos costó unos 100 euros por persona, (maletas incluidas), así que está bastante bien.



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Paquete Winter Wonderland en Santa Claus Holiday Village

A pesar de que no somos demasiado fans de los viajes organizados, como ya comenté en este post, en este caso decidimos coger un paquete para nuestra estancia en Laponia porque, en concreto, el Paquete Winter Wonderland de Santa Claus Holiday Village ofrecía exactamente todas las actividades que queríamos hacer, un alojamiento bastante especial en régimen todo incluido y un precio que nos pareció bastante razonable, por lo que no le dimos demasiadas vueltas y nos decidimos por este fantástico paquete para hacer turismo en Laponia. Está disponible en dos modalidades: fin de semana (de viernes a lunes, es decir, 3 noches) o días entre semana (de lunes a viernes, es decir, 4 noches). Nosotros nos decidimos por el segundo ya que, aparte de que tienen los dos el mismo precio y con este estábamos una noche más, nos apetecía más pasar los fines de semana en Helsinki para aprovechar el ambiente de la ciudad, los pubs y los conciertos. En todo caso, ambos paquetes incluyen:

  • alojamiento en cabaña de madera con sauna privada
  • desayuno tipo buffet cada día
  • comida tipo buffet cada día
  • cena de tres platos cada día
  • alquiler de botas y monos de nieve
  • ceremonia para cruzar el círculo polar ártico
  • paseo en trineo de huskies de 5 km
  • paseo en trineo de renos de 3 km
  • visita guiada al zoo de animales árticos de Ranua
  • visita del «auténtico» Santa Claus a tu cabaña con regalito de souvenir incluido
  • salida nocturna a la caza de la aurora boreal
  • mini trineos de plástico
  • 10 % de descuento en las tiendas de souvenirs de toda la aldea de Santa Claus
  • recogida en el aeropuerto y vuelta al aeropuerto

El precio lo podéis ver en los enlaces; a nosotros nos pareció bastante adecuado por todo lo que incluía, aunque me imagino que habrá opiniones para todo. La verdad es que pagarlo todo 3 meses antes y, una vez allí, poder dejar perfectamente la cartera en la cabaña porque si no quieres no tienes que pagar ni un euro más, es una gran sensación. Nosotros, lo único adicional que pagamos fue una excursión extra (ya lo hablaremos), los souvenirs de rigor y las postales que enviamos desde la oficina de Santa 🙂 .



Pasemos ahora a detallar las actividades que nos tenían preparadas para estos cuatro días y nuestras sensaciones y experiencias.

Día 1

Llegamos al aeropuerto de Rovaniemi, que es minúsculo y parece de juguete, y, mientras recogíamos las maletas ya vimos a los «elfos» de Santa Claus esperándonos. Sí, sí, en serio, había dos chicas vestidas de ayudantes de Santa Claus con una pancarta esperando para recogernos y llevarnos a la aldea. Solo eso ya te pone una sonrisa en la cara.

Te llevan en minibús a la aldea, que desde el aeropuerto está a… nada, 5-10 minutos, todo lo más. Tras hacer el check-in, te envían directamente al «almacén» de ropa, donde te equipan con tus botas y tu mono para la nieve. Te preguntan qué talla usas de todo, te lo hacen probar allí mismo para asegurarte de que va bien, si hace falta te pruebas otras tallas, etc. Todo con un trato excepcional. Sobre el material que te alquilan, he de decir que el mono es fantástico y que, básicamente, te salva la vida a esas temperaturas en el círculo polar ártico. Sin embargo, las botas que nos dieron no nos gustaron tanto y preferimos utilizar las que nos habíamos comprado nosotros para el viaje, ya que nos parecieron más calentitas y más cómodas. Pero bueno, si no queréis invertir en unas botas de nieve porque vais a estar solo en la aldea y ni antes ni después vais a pasar por Helsinki ni por ningún otro sitio (que es factible, ¿por qué no?), pues eso que tienes: no te hace falta llevarte calzado en la maleta, con lo puesto y el que te prestan, vas que chutas 🙂 .

Una vez equipados, fuimos a ver nuestra cabañita con mucha ilusión. Allí nos habían dejado ya nuestro equipaje mientras tanto (detallazo) y ¡aaaayyyyy! ¡La cabañita era un amor! Es toda de madera, con su propio porchecito con una mesa y dos sillitas y tu propio árbol de navidad todo adornado e iluminado. Allí en el porche dejas también tus trineos. El interior es bastante amplio y está decorado con muchísimo gusto, con una temática bastante navideña en cuanto a colores (rojos y granates, blancos y tonos madera suaves), todas las lámparas imitan la cornamenta de los renos y es muy luminosa y acogedora. Es tipo apartamentito, con tu propia cocina y zona para comer, una cama de matrimonio con dos mesitas de noche, una TV grande, un sofá cama (donde duermen los niños en el caso de las familias), un buen armario, baño propio y, ¡sorpresa!, dentro del baño, tu propia sauna. Os aseguro que, después de hacer todo tipo de actividades al aire libre a -25º, la sauna sienta muuuuy de lujo. Las ventanas son súper aislantes, la cabaña tiene calefacción regulable para que te la ajustes tú a tu gusto y el suelo está también calefactado. Total, que entusiasmados con el alojamiento, la verdad es que nos pareció simplemente perfecto.

 

Cruzando el círculo polar árctico
Cruzando el círculo polar árctico

Una vez estábamos instalados en nuestra súper cabañita, a mitad tarde nos habían citado para la primera de las actividades programadas: la ceremonia para cruzar el círculo polar ártico. En este punto he de mencionar que, una vez estás en tu cabaña y te propones a salir, el proceso es un poco complicado, ya que hay que equiparse y vestirse de manera adecuada y eso, creedme, lleva su tiempo. Tened en cuenta que llevábamos dos pantalones, tres mangas, dos o tres pares de calcetines, dos pares de guantes, braga para el cuello, gorro y, encima de todo esto, el susodicho mono y las botas. Esto no te lo pones en cinco minutos. Ni de coña. Además hay que sincronizarse con la pareja porque, si uno tarda más que el otro en equiparse, el que primero termina se achicharra y tiene que salir. Pero todo forma parte de la diversión 🙂 .

Total, que nos dirigimos a la recepción y ahí nos estaba esperando otra «elfa» (esta hablaba hasta español) para hacer la ceremonia del círculo polar. La línea que marca el círculo polar ártico atraviesa la misma aldea, así que nos dirigimos andando hacia el lugar en cuestión junto con otro pequeño grupo de personas y, una vez allí, nuestra elfa nos contó exactamente qué es el círculo polar ártico: marca la línea al norte de la cual, al menos una vez al año (solsticio de invierno), no aparece el sol durante 24 horas, al igual que, al menos una vez al año (solsticio de verano) no se hace de noche en 24 horas. Nos dio una pequeña charla sobre este tipo de temas y nos invitó a cruzar la línea. Bueno, en realidad esto es un decir, porque la línea marcada en el suelo obviamente no se veía debido a la nieve, pero a lo largo de toda la línea hay una serie de pilares marcando el círculo polar ártico y un cable que los une, marcando la línea por el aire.

Félix con su diploma
Félix con su diploma

Una vez cruzado el círculo y hechas las correspondientes fotografías, la elfa prosiguió a entregarnos nuestros diplomas personalizados de haber cruzado el círculo polar. ¿Qué guay, no? ¡Lo

tendré que añadir a mi currículum! 🙂 Después hubo una especie de «cóctel» de bienvenida, así que todo el grupo nos dirigimos al restaurante y allí tomamos glögi y comimos gingerbread: ¡combinación ganadora!

A continuación pedimos en recepción nuestros trineos y nos dedicamos un jugar en la nieve como los niños, tal cual. En la aldea hay un montón de laderitas nevadas por donde deslizarte con el trineo… Lo típico, ¿no? Pues oye, es súper divertido, y te hace entrar en calor en un momento, al final, hasta el omnipresente mono para la nieve sobraba, ¡jajaja! Sin embargo, un aviso: elegid bien por donde os tiráis, porque si pilláis algún «resalto» un poco grande que os haga «volar» un poquito y aterrizáis con el trasero, es un buen golpe y, sinceramente, creo que yo me llevé de recuerdo una pequeña fisura en la rabadilla o algo así que me estuvo molestando durante un par de meses 🙁 . Pero, hey, como dicen en inglés: totally worth it! Repito, todo forma parte de la diversión.

Aquí os dejo un vídeo demostrativo (como veis, la velocidad no es mucha vista desde fuera, pero cuando eres tú la que te estás tirando, se aprecia de manera diferente, jejeje):

Día 2

El segundo día, después de desayunar, nos dirigimos a la granja de huskies que está justo al lado de la aldea para dar nuestro paseo en trineo de huskies. Llegamos bastante pronto, así que nos dedicamos a pasear por allí y a examinar a los perros mientras los trabajadores los preparaban para los trineos. Son unos perros preciosos, fuertes y activos: están deseando que los saquen de sus recintos y les coloquen los arneses para arrancar a correr lo antes posible. Ver las preparaciones fue interesante, era todo un poco caótico, con todos los perros ladrando y alborotando. Una vez más, éramos un buen grupo de personas para la actividad pero, como habíamos llegado los primeros, fuimos también los primeros en arrancar. En cuanto hubo un trineo preparado (van 7 huskies por trineo), hicieron que nos acomodásemos en él. Básicamente, vas y te sientas, prácticamente al nivel del suelo, yo delante y Félix detrás de mí cogiéndome. No hay arneses, no hay cinturones, no hay nada donde agarrarse, excepto el propio borde del trineo de madera. Detrás de Félix, fuera del trineo, en una especie de esquís acoplados, iba la guía que dirigía el trineo. Nos taparon hasta arriba con varias pieles de reno, que son muuuy calentitas y, así, de repente, sin avisar ni nada, los perros empezaron a correr. ¡Y cuando digo correr, quiero decir correr muy rápido! Buuufff, qué sensación. Yo empecé a pegar grititos de miedo, de excitación, de pánico, de alegría… ¡de todo a la vez!, y  así me pasé todo el recorrido, que duró unos 15 minutos. Además, obviamente, el recorrido no es recto, es básicamente campo a través, por bosques y estepas, y cuando hay una curva pronunciada, el trineo «culea» y de verdad que parece que vayas a salir volando. Fue un «paseo» alucinante: la velocidad, ver a los perros disfrutar, la nieve y, sobre todo, los paisajes… Espectaculares. Es una pena, porque en ningún momento nos planteamos la posibilidad de sacar la cámara y hacer fotos, porque le tenemos aprecio a nuestras vidas y, a la velocidad que íbamos, tenías que concentrarte en mantenerte en el trineo y no salir volando, así que ni cámara ni nada. Todo eso ha quedado para la retina, que decimos nosotros. Imaginaos, ir atravesando la taiga finlandesa a toda velocidad en un trineo de renos: la nieve, los bosques, la soledad, el silencio solo interrumpido por los sonidos de los perros (y mis grititos)… La verdad es que no se puede describir con palabras y, por desgracia, tampoco tengo imágenes para mostraros, así que simplemente os invito a que, si podéis, lo experimentéis vosotros en primera persona, porque es increíble.

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Eso sí, al igual que mi experiencia con el trineo de plástico en la ladera, esta actividad también tuvo sus consecuencias: pies completamente helados hasta el punto de que dolían. Tened en cuenta que, tal como vas sentado en el trineo, los pies es lo que va por delante, y la combinación de frío y velocidad nunca ha sido buena, así que a pesar de las pieles de reno, los pies sufrieron, y mucho. Sin embargo, esto lo saben, así que para cuando terminas tu paseo, te invitan a entrar en una tienda tipo tipi, donde hay un fuego donde calentarte, bancos todo alrededor cubiertos de pieles de renos, y donde te sirven glögi para entrar en calor. Aun así, los pies tardaron lo suyo en volver a la normalidad; este probablemente fue uno de los momentos en los que más nos afectaron las bajas temperaturas de todo el viaje.

Además, fuera del tipi tenían a uno de los huskies (supongo que uno de los más sociables) amarrado a una estaca para que pudiésemos acariciarlo y jugar con él. Era súper cariñoso, aparte de ser guapísimo, y tenía muchas ganas de jugar, así que pudimos estar con él un ratito muy agradable. Nos quitamos los guantes para poder apreciar bien el tacto de su pelaje, que es densísimo, muy, muy tupido, para poder soportar bien el frío. Era una pasada de perro, la verdad, ¡me lo hubiese llevado conmigo!

 

Ese mismo día por la tarde teníamos el paseo en trineo de renos, que fue una experiencia bastante diferente a la de los huskies. Para empezar, en este caso es un solo reno el que tira del trineo (bueno, del trineo, de los dos pasajeros y del guía); son animales extraordinariamente fuertes y resistentes. Y, sobre todo, el paso del reno es un trote mucho más «asequible». También te tapan bien con pieles para mantener el calor, aunque en este caso, como la velocidad es menor, tampoco sufres tanto y no acabas con cubitos de hielo por pies. Bueno, al menos, no tanto. El paseo dura unos 40 minutos y, en este caso, sí que puedes hacer fotos y vídeos, por lo que sí tenemos documentados esos paisajes tan preciosos y evocadores. Fue una experiencia muy bonita y mucho más relajada pero, ¿sabéis qué? Si tuviese que elegir… ¡me quedo con la de los huskies sin dudarlo!

Y, ya que en este caso, pudimos grabar vídeos, aquí os dejo uno 🙂 :

Más tarde tuvimos una visita un tanto especial. ¡Ni más ni menos que Santa Claus vino a visitarnos a nuestra cabaña! El auténtico, ¿eh? Es un señor enorme y, como no, muy simpático y agradable. Vino acompañado de una de sus elfas, que se encargó de sacarnos fotos con él y de darnos unos souvenirs de regalito que, parece una tontería, pero nos hizo mucha ilusión. Nos sentamos todos en el sofá y estuvo con nosotros un rato, preguntándonos de dónde veníamos, si nos gustaba aquello, etc. Si a nosotros nos resultó una visita agradable, ¡imaginaos lo que tiene que significar para los más pequeños! Tiene que ser mágico para ellos… Nuestros vecinos de la cabaña de al lado eran una familia australiana muy maja con dos nenas pequeñas y, cuando les preguntamos por la visita de Santa, estaban que no cabían en ellas de la ilusión 🙂 .

¡Visita de Santa Claus a nuestra cabaña!
¡Visita de Santa Claus a nuestra cabaña!

Día 3

La mañana de este día está dedicada a la visita del zoo de animales árticos de Ranua. Está a una hora en autobús (incluido en el paquete, al igual que la entrada al zoo y la comida en el restaurante del propio zoo) y, una vez llegas allí, parece más un bosque por el que pasear que un zoo en el sentido tradicional de la palabra. Por supuesto, de nuevo, los paisajes eran maravillosos y, además, tienes las oportunidad de ver a animales que no son demasiado fáciles de encontrar en otros zoos o simplemente en diferentes latitudes. Hay toda una gran zona de aves, con todo tipo de aves rapaces, entre las que destacaría una preciosa lechuza blanca; otra de roedores y pequeños mamíferos, y después ya los animales más grandes: renos, zorros árticos, lobos, alces y hasta osos polares. He de decir que todos disfrutan de bastante espacio y no se les ve «hacinados», como puede ocurrir en otros zoos. La verdad es que nos gustó mucho.

 

Miles y miles de cartas para Santa Claus, clasificadas por países
Miles y miles de cartas para Santa Claus, clasificadas por países

Ya de vuelta en la aldea, otra actividad muy interesante que hicimos esa tarde fue visitar la Oficina de Correos oficial de Santa Claus, donde recibe miles y miles de cartas al año de niños de todo el mundo. Desde allí puedes enviar postales a amigos y familiares con sellos especiales de la Oficina de Santa, y también puedes decidir si enviarla en seguida o programarla para que llegue a su destino a la Navidad siguiente. Nosotros enviamos postales a todo el mundo para que las recibiesen directamente, pero nos enviamos una a nosotros mismos para recibirla estas próximas Navidades. ¡Seguro que cuando llegue nos saca una sonrisa bien grande y nos trae muy gratos recuerdos!

Al lado de la Oficina de Correos está también la gruta de Santa Claus, un lugar oscuro y misterioso con aspecto de fábrica mágica donde descubres cuál es el secreto de Papá Noel para poder repartir regalos a pequeños y no tan pequeños de todo el mundo en una sola noche: ¡tiene una máquina enorme con un péndulo gigante para regular la velocidad de rotación de la tierra! Eso lo explica todo, ¿verdad? 🙂 Al final, llegas a la sala donde está Santa Claus y puedes pasar otro ratito con él, y sacarte más fotos (que te venden muy caras) e incluso el vídeo de toda la visita y la conversación con él en su gruta.

Esa noche estaba programada la caza de la aurora. La llaman así, tal cual, «caza», porque tú sales a buscarla, pero puedes encontrarla o no. Para

Entrando en calor tras la fallida caza de la aurora
Entrando en calor tras la fallida caza de la aurora

nosotros era uno de los platos fuertes del viaje, pero… ¡ay! No se alinearon los planetas para que pudiésemos disfrutar de este maravilloso espectáculo de la naturaleza 🙁 Aun así, algo vimos, así que no nos podemos quejar, aunque esto claramente es una señal de que tenemos que volver pronto por esas latitudes para quitarnos esta espinita 😉 . De nuevo, te llevan unos 20 minutos en autobús al lugar indicado, que fue, en nuestro caso, la superficie de un lago helado (!). Llegamos allí sobre las 22:30, y las guías se pusieron en seguida a hacer unas hogueras en la orilla del lago para poder ir acercándonos a entrar en calor. Sin embargo, para poder ver bien la aurora boreal, tienes que acostumbrar los ojos a la oscuridad, así que nos adentramos por el lago helado dejando el fuego a nuestras espaldas para ir acostumbrando la vista y… sí allí en el cielo había algo… Como una claridad, pero podría haber sido una especie de nube perfectamente. Las guías nos dijeron que, efectivamente, eso era la aurora, pero que empezaba poco a poco y, que si teníamos suerte, iría creciendo y haciéndose más visible. Esperamos y esperamos sobre el lago helado, a -27 ºC y con una sensación térmica de -35 ºC pero, si hubo un cambio, fue precisamente a peor: la claridad ya ni siquiera estaba allí 🙁 Más tarde sí que volvimos a ver como una columna de claridad (muy sutil) en otro punto del cielo y, al final, sí que conseguimos ver una tenue llamarada verde en otro punto, pero nada, cuestión de 2 segundos. Y eso fue todo. Para nada espectacular. No hubo suerte y hay que asumirlo, no pasa nada: habrá que volver y punto. Cuando nos dimos por vencidos, volvimos a las hogueras con el grupo y ahí tomamos glögi (por supuesto), asamos salchichas en el fuego y pasamos un rato agradable conversando con los compañeros y con las guías. Al final fue una noche agradable, aunque no como esperábamos. Eso sí, ahí sí que hacía frío, y los pies volvían a doler; fue el otro momento, aparte del de los huskies, en el que peor lo pasamos con la temperatura, y en total el tema duró como unas 3 horas.

Día 4

El cuarto día del paquete es libre, no hay ninguna actividad programada, lo que te da opción a contratar alguna de las excursiones extras que tienen, visitar la ciudad de Rovaniemi y su famoso museo Arktikum, ir a Snowman World (un pequeño complejito situado al lado de la aldea de Santa Claus) o, simplemente relajarte y descansar. Nosotros optamos por excursión extra y Snowman World, y una de las dos opciones fue un acierto y la otra no. Veamos:

Decidimos contratar una excursión en moto de nieve porque nos parecía una actividad muy divertida y diferente y, sobre todo, con un acceso muy limitado para nosotros viniendo de donde vinimos, así que fue en plan: «ahora o nunca». Es cierto que fue una actividad muy cara, y que dolió un poco pagar todo ese dinero, pero ahora, sabiendo cómo disfrutamos, lo volvería a pagar ahora mismo. Hay diferentes excursiones entre las que puedes elegir, la nuestra tenía las siguientes características:

  • empresa Wild Nordic (justo al lado de la aldea, también; está todo muy bien montado). Nuestro guía era Nils, muy recomendado, tío majo
  • 2 horas de duración (recorres unos 20 km)
  • 2 personas por moto de nieve (si quieres una para ti sol@, puedes, pero pagas más), que pueden alternarse a la hora de conducir
  • te equipan adecuadamente: en nuestro caso el mono de la aldea les pareció bien, pero si no, te proporcionan ropa de abrigo. Las botas sí que las cambiamos, ya que le comenté a Nils los problemillas que habíamos tenido en otras actividades con los pies y, oye, las botas que nos dieron, mano de santo. También te dan pasamontañas y casco.
  • te dan la opción de contratar seguro o no; nosotros lo cogimos, que las motos de nieve son muy caras y era nuestra primera vez :S
  • precio: no lo recuerdo exactamente, pero era del orden de 120 o 130 € por persona más 30 € de seguro (por persona también). Mucho dinero, lo sé, lo sé 🙁

Sin embargo, se te pasan todos los males que te han pillado al pagar en cuanto te subes a la moto. ¡Menudos pepinos de trastos! He de decir que, a pesar de tener el carné de conducir desde hace 14 años, no conduzco nunca porque, al trabajar desde casa, tampoco lo necesito en una ciudad pequeña como Castellón y también porque, sinceramente, le cogí miedo. Una tontería, también lo sé… Bueno, pues la cuestión es que, para mí, conducir un aparato de estos era todo un reto, pero la verdad es que es súper sencillo y el miedo que puedas tener se te pasa a los 10 minutos. Fue una experiencia totalmente increíble: de nuevo los paisajes eran completamente de ensueño y atravesamos tanto bosques, como estepas nevadas como ríos y lagos helados. No vas a mucha velocidad con la moto, aunque lo parece, te mueves entre los 30 y los 40 km/h (en algún punto alcanzamos los 50 km/h y parecía aquello una locura, ¡jajaja!), y siempre vas siguiendo al guía y haciendo paradas para cambiar de conductor y para hacer fotos. Os juro que las 2 horas se nos pasaron volando. Si lo llegamos a saber, hubiésemos contratado una excursión más larga o hubiésemos cogido una moto cada uno para aprovechar más la experiencia, a pesar de que ambas cosas hubiesen supuesto mucha más pasta adicional a la locura que habíamos pagado ya… Pero para que veáis lo que disfrutamos y la experiencia tan espectacular que fue, que no nos importaría hacerlo. Ya total… En resumen, probablemente (y ya que la aurora decidió no manifestarse) fue la mejor experiencia de toda la estancia en Laponia, seguida muy de cerca por el paseo en trineo de huskies.

 

Por la tarde, decidimos ir a Snowman World, que es una especie de complejito o «mini parque de atracciones» situado justo al lado de la aldea. Allí hay un bar de hielo, un hotel de hielo, todo tipo de esculturas de hielo para admirar y, en la parte exterior, la zona de actividades, que se reduce a una mini pista de patinaje sobre hielo y dos toboganes de hielo.

La pista de patinaje, aparte de ser minúscula, yo diría que estaba en bastante mal estado. Era mi primera vez en una pista de hielo, así que no soy ninguna experta, pero la superficie del hielo era bastante irregular y costaba mucho deslizarse. Dudo mucho que los patines fuesen de muy buena calidad tampoco. Y en cuanto a los toboganes, había que coger una especie de flotador gigante, te sentabas en el hueco del centro y te lanzabas tobogán abajo sentado sobre el flotador. Hay un tobogán para niños y otro para adultos, y el de adultos tendrá un recorrido de unos… pfff… ¿100 o 200 metros? (¡qué mal se me da esto!), con bastante desnivel al principio y después curvas y tal… Está guay, es divertido, te tiras varias veces y lo disfrutas, pero ya está. La verdad es que la entrada a Snowman World de 18 o 19 euros por persona, para lo que ofrece, me parece excesiva. Veis, en este caso, si lo hubiese sabido, no lo hubiese hecho y, tal vez, me hubiese valido más la pena ir al Arktikum, en Rovaniemi. ¡Pero para eso lo cuento! Para que vosotros sí tengáis la información y podáis decidir bien si alguna vez vais por allí 🙂 . Además, he de decir, que después del golpetazo con el trineo de plástico el primer día bajando por las laderitas nevadas, mi rabadilla me decía de todo al tirarme por los toboganes e ir recibiendo más impactos…

 

Aquí os dejo un vídeo del tobogán (la verdad es que es divertido 🙂 ) :

Día 5

En nuestro caso, el día 5 no nos dio para mucho, ya que teníamos el vuelo de vuelta a Helsinki a mediodía, así que no hubo ocasión de hacer mucho más. Sí que nos dedicamos a comprar los últimos souvenirs (recordad, con un 10 % de descuento por alojarte en la aldea) y a tomar un último glögi en un bar-restaurante de salmón-tipi.

A la hora correspondiente, nos volvieron a llevar al aeropuerto en minibús, y así finalizó nuestra experiencia lapona.

Conclusiones

Como os podéis imaginar, en las conclusiones solo puedo decir cosas buenas de Laponia, de Santa Claus Holiday Village y del paquete que contratamos. Me gustaría destacar el trato exquisito por parte de todos los empleados de la aldea: son gente majísima y se desviven para que tengas una experiencia inmejorable mientras estés allí. También merece una mención especial la calidad y la variedad de las comidas; sinceramente, ninguna queja.

En general, fue una experiencia fantástica, totalmente diferente a cualquier otra cosa que hubiésemos visto o hecho antes, y son unas vacaciones que siempre voy a recordar con especial cariño, ya que se trata de un sitio muy especial. Si alguien está pensando en viajar a Finlandia, recomiendo muchísimo que hagáis una escapadita a Laponia: ver esa naturaleza salvaje es inolvidable, y si probáis algunas de las actividades que ofrecen (no solo en la aldea o en Rovaniemi, que Laponia es muy grande y hay muchos sitios donde alojarse y donde hacer actividades de invierno), no os arrepentiréis.

Os dejo aquí una galería con algunas fotos adicionales:

¡Ay, viajer@s! ¡Me volvía ahora mismito a travelling la vida loca por Laponia de nuevo! ¿Quién se anima? 🙂

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