Islandia en noviembre – Día 8 – Zona nordeste
¡Hola, viajer@s!
Sigo contándoos nuestras aventuras por el país de hielo y fuego, y hoy toca abordar el Día 8 de nuestro roadtrip por Islandia de dos semanas en noviembre. Tenéis ya publicados un montón de posts sobre este viaje, y os los voy a enumerar aquí para que les deis un repasón si lo necesitáis: un post introductorio con información útil que debéis saber antes de viajar a Islandia; el post del Día 1 del viaje en el que os cuento nuestra llegada, nuestra visita a la impresionante Laguna Azul y nuestra primera toma de contacto con Reikiavik; el post del Día 2, que dedicamos íntegramente a la capital; el post del Día 3, en el que exploramos la bonita península de Snaefellsnes; el post del Día 4, en el que desde Snaefellsnes nos dirigimos ya hacia el norte de la isla; el post del Día 5, en el que recorremos la zona norte central y llegamos a la zona de Mývatn; el post del Día 6 en el que empezamos a explorar la zona de Mývatn; y el post del Día 7 en el que acabamos de exprimir al máximo esta alucinante área de Mývatn.
En este post del Día 8 abandonamos ya la zona de Mývatn y el norte de la isla (cosa que nos dolió y nos costó, porque el norte nos había enamorado) para seguir explorando otras zonas. Siguiendo nuestro roadtrip circular en el sentido de las agujas del reloj nos dirigimos hacia el este y empezamos a bajar ligeramente hacia el sur, hasta llegar a la costa este de la isla, famosa por sus espectaculares fiordos.
Pero, ¿sabéis qué? Aunque nos diese pena abandonar el norte, lo cierto es que absolutamente todas las zonas de Islandia son espectaculares, así que el país se las arregla para seguir enamorándote cada vez más con cada nueva zona que visitas.
Aquí abajo os dejo un mapa con el recorrido de este Día 8, desde Mývatn hasta Seydisfjordur, en la costa este del país.
Conducción en el norte de Islandia en invierno
Seguimos en el norte de la isla, y eso en noviembre significa conducir por carreteras cubiertas de nieve y de hielo, aparte, claro está, de disfrutar de paisajes nevados e invernales preciosos. De hecho, en este trayecto del Día 8 está el tramo de conducción más difícil de todos los que vivimos durante todo el viaje, del que os hablaré con detalle a lo largo del post.
Nosotros no habíamos conducido en este tipo de condiciones nunca e íbamos con un poco de miedo, pero hemos de decir que con nuestro Dacia Duster 4 X 4 de Lotus Car Rentals con neumáticos de invierno, todos tachonados con clavos, no tuvimos absolutamente ningún problema.
De hecho, Félix, que es el conductor, considera que fue una experiencia muy interesante, didáctica e incluso divertida conducir por estas carreteras con este tipo de condiciones difíciles. Félix os va a preparar un post sobre cómo conducir en Islandia en invierno, con un montón de información práctica que estoy segura de que os resultará muy útil.
La zona nordeste de Islandia
Como os comentaba en mi post anterior sobre el Día 7, estábamos alojados en la bonita casa de huéspedes Helluhraun 13, en la población de Reykjahlíd, en plena zona de Mývatn.
Nos despertamos prontito, desayunamos tranquilamente en casa con todo lo que llevábamos nosotros de nuestra compra en súper y, todavía siendo de noche, salimos ya para nuestra primera parada del día: el cañón Studlagil.
Se notaba que Félix iba cogiendo soltura en la conducción en carreteras nevadas y heladas, y ya no daba tanto miedo conducir por ellas a primera hora de la mañana, cuando todavía es de noche y aún no están demasiado «rodadas» por otros coches. Es una curva de aprendizaje y te vas acostumbrando y normalizando la situación, pero una vez dicho esto, tampoco hay que confiarse, ya que no deja de ser una conducción en condiciones difíciles, así que id siempre con mucho cuidado, por favor.
Cañón Studlagil
Desde Reykjahlíd hasta Studlagil hay 1 h y 40 minutos de conducción, la mayor parte de ella por la Ring Road. Durante esta conducción vimos un amanecer precioso y además tuvimos la suerte de que, mientras se estaba haciendo de día, una familia de tres renos cruzaron la carretera justo delante de nosotros. Fue el único momento en el que llegamos a ver renos es Islandia (aunque ya habíamos visto bastantes es Finlandia), y fue una gran sorpresa: ¡de repente estaban allí! Nos tuvimos que parar en medio de la carretera y todo, porque estaban bastante cerca y no queríamos molestarlos mientras cruzaban, y la verdad es que fue un momentazo. ¡Menudas cornamentas más majestuosas tenían! Son animales preciosos, la verdad 🥰
Pero volviendo al cañón: Studlagil es un cañón por el que fluye el río glacial Jökulsá á Brú y tiene la peculiaridad de que toooodas las paredes del cañón están formadas por columnas basálticas.
Ya he comentado en más de una ocasión que este fenómeno de las columnas basálticas siempre nos ha fascinado muchísimo, desde que visitamos la Calzada del Gigante en Irlanda del Norte, así que no queríamos perder la oportunidad de ver todo un cañón formado por este tipo de columnas.
El cañón Studlagil tiene un recorrido más o menos vertical, de norte a sur, y hay dos formas de visitarlo:
- por el lado este del cañón – la forma larga pero en teoría accesible; requiere una caminata considerable de 2-3 horas que no teníamos tiempo de hacer. Para visitar el cañón por el lado este hay que conducir por la Ring Road hasta tomar el desvío de la carretera 923, conducir unos 14 km por ella hasta llegar a un parking a mano izquierda que da a un puente para llegar a la granja Klaustursel, que está al otro lado del cañón. Me imagino que estará indicado de alguna manera (la verdad es que no me fijé). Hay que aparcar en ese parking, cruzar el puente a pie hasta la granja Klaustursel, entonces ya nos encontramos en la parte este del cañón, y desde allí hay una caminata de 4 km hasta Studlagil. Hay un punto por el que se puede bajar al fondo del cañón, al mismo nivel del río, pero según he leído, puede ser resbaladizo. No puedo opinar ni dar más información sobre el nivel de peligrosidad porque nosotros no lo visitamos por este lado. Una vez abajo, por lo visto el panorama es de lo más espectacular, ya que se pueden ver todas las paredes con las enormes columnas basálticas alzándose sobre ti a ambos lados del río. Tiene que ser absolutamente mágico. Si buscáis fotos en Google, vais a flipar.
- por el lado oeste del cañón – la forma corta pero complicada; como el tiempo apremiaba (como siempre en este viaje, que parecía que siempre íbamos corriendo de un lado a otro intentando aprovechar al máximo las pocas horas de sol), optamos por visitarlo desde este lado del cañón, el lado oeste. El procedimiento es similar: hay que conducir por la Ring Road hasta el desvío de la 923, conducir por esta carretera un poco más que para la opción anterior, unos 19 en total, hasta la granja Grund y aparcar en el parking. Hay una señal en la carretera, a mano izquierda, que indica Studlagil. Desde el mismo parking se accede a un par de miradores desde donde se puede ver el cañón de forma solo regular.
Hay fotos decentes desde arriba, desde la zona del parking, pero el cañón es tan profundo y tan estrecho que apenas se llega a ver el agua, y las columnas basálticas se distinguen, pero se ven muy de lejos y no se llega a apreciar bien toda su majestuosidad. En nuestro caso, además, estaba todo cubierto de nieve, lo cual le daba un toque invernal chulo, pero dificultaba un poco distinguir bien los perfiles de las columnas.
Para tener las vistas buenas, hay que descender por el cañón, y aquí es donde viene el problema. Para empezar, desde este lado oeste no es posible llegar al fondo del cañón, al nivel del río, como por el lado este. Simplemente se puede descender un poco por la ladera para ir bajando metros y tener una perspectiva mejor del cañón, estar, digamos, inmersa a mitad profundidad del cañón y, al menos, poder ver el agua y las columnas de más de cerca, con las paredes rodeándote.
Pero el problema principal es que este descenso, del que sí que os podemos hablar bien, porque sí que lo hicimos (o al menos lo intentamos) es muy, pero que muy peligroso en condiciones de nieve y hielo, justo como las que teníamos nosotros. Si habéis investigado algo sobre este lugar, me imagino que habréis leído una y otra vez que el descenso es muy arriesgado y que un simple resbalón puede hacer que vayas a parar al fondo del cañón. Bien, pues es todo cierto. No es ninguna exageración, en serio. Además, al principio de la senda para bajar, hay también un cartel enorme en el que lo pone también, tal cual: «Peligro de muerte».
Pues nada, con un poco de miedo en el cuerpo empezamos a recorrer la senda para bajar, pensando obviamente en darnos media vuelta si la cosa se ponía fea. No hace falta decir que os recomiendo que llevéis vuestras mejores botas de montaña para terreno nevado/helado, si tienen clavos en la suela, mejor, y si tenéis crampones, mejor que mejor.
Por desgracia, nuestras botas no tenían clavos y muy pronto nos dimos cuenta de que efectivamente el descenso iba a resultar muy, pero que muy difícil. Estamos hablando de una senda de tierra muy estrecha (de un par de palmos o tres de anchura, tal vez), en pendiente y muy resbaladiza por la nieve y, sobre todo, el hielo traicionero que hay debajo de la nieve, que te complica muchísimo la vida.
Por suerte, a un lado de la senda hay una cuerda clavada con estacas en el suelo que te permite aferrarte a la vida mientras vas bajando, pero es que al otro lado está solo la ladera que forma la pared del cañón y, a continuación, el vacío. Sin la cuerda hubiese sido imposible bajar ni un metro, y aun con la cuerda, repito, el camino resultaba muy resbaladizo y peligroso, ya que está bastante empinado.
Muy poco a poco, con muchísimo cuidado y agarrándome a la cuerda como si me fuese la vida en ello, yo recorrí aproximadamente el 50 % de la senda que, recordemos, no llega ni siquiera al fondo del cañón, sino a una especie de mini mirador, como a mitad altura del cañón. Sin embargo, llegamos a un tramo en el que la senda estaba completamente cubierta de placas de hielo en desnivel y no había ningún punto de apoyo seguro para el pie para dar un paso y llegar hasta la parte de la senda en la que volvía a haber tierra y no hielo. Así que allí me tuve que quedar yo. Félix, sin embargo, al ser más alto y tener la zancada más larga, sí que pudo evitar esas placas de hielo mortales y llegar a la zona más segura que estaba un poco más adelante, así que él continuó un poco más y pudo bajar hasta la última estaca.
Desde la última estaca de la cuerda hasta el borde del acantilado, donde está el pequeño «mirador», a Félix le pareció que era demasiado peligroso acercarse y no se arriesgó, ya que el riesgo de caer despeñado era muy real.
Desde donde estaba tenía bastante buena visión, aunque como ya he dicho, la mejor perspectiva no se consigue desde este lado oeste, sino desde el este, ya que se puede bajar al fondo del todo, pero aun así sí que le dio para ver las columnas basálticas claramente, el agua al fondo y sentir la inmensidad del cañón a su alrededor.
Sin embargo, la odisea no había terminado, ya que no os creáis que subir fue tarea fácil. Para subir este último tramo que yo no bajé, Félix tuvo que reunir toda su concentración, tuvo que centrarse en que hubiese firmeza en cada paso y usar toda la fuerza de los brazos para subir con ayuda de la cuerda. Recordad, la senda es muy empinada y el suelo resbala como una mala cosa, así que no tienes buenos apoyos en los pies para ir subiendo. De hecho, sobre todo durante esos primeros metros de ascenso, un resbalón o un mal paso te puede complicar mucho la vida, literalmente.
Una vez llegó hasta donde me había quedado yo y nos giramos para hacer la segunda parte del ascenso hasta el parking, vimos que había dos chicas que estaban bajando por la senda, y eso sí que fue una movida. Para nada hay sitio en la senda para que se crucen dos personas, así que nos pusimos a hablar con ellas, les contamos lo difícil que era el descenso y lo peligrosas que eran las condiciones de la senda y, a pesar de que ellas llevaban botas tachonadas con clavos, las convencimos para que se diesen media vuelta y descartasen bajar, de forma que no nos teníamos que cruzar. Una de ellas en concreto no era nada atlética ni se la veía muy ágil, así que yo creo que fue lo mejor que hicieron, porque creo que lo hubiesen pasado bastante mal.
Una vez en el parking sanos y salvos todos, vimos que había otro mirador alejándote del inicio de la senda, dirigiéndote hacia el sur, desde donde se ve un poco también el fondo del cañón con el agua, parte de las columnas, algunas cascadas y un puente al fondo cruzando todo el cañón. Aunque desde arriba no es la mejor perspectiva para ver el cañón, algo es algo.
¿Cuál es mi recomendación entonces? Si tenéis tiempo, yo os diría que intentaseis el descenso por el lado este. Según he leído y según os he comentado antes, también hablan de ciertas dificultades a la hora de bajar, pero no sé si serán tan bestias como las que vivimos nosotros y, además, al menos, si lo conseguís, estaréis al fondo del cañón, con las vistas buenas.
Si no vais muy bien de tiempo, a no ser que tengáis mucha confianza en vuestras dotes de montañeros/escaladores y que vayáis muy bien equipados con botas muy profesionales, si el terreno está resbaladizo por las condiciones climáticas, yo no os recomiendo que bajéis por la senda que tomamos nosotros. Os recomendaría que os limitaseis a admirar las vistas desde los miradores del parking y, si decidís intentar bajar la senda, por favor, id con muchísimo cuidado y, si no lo veis claro, daos la vuelta y volved a subir, que es más o menos lo que hicimos nosotros. En serio, no vale la pena jugarse la vida ni por unas vistas ni por unas fotos.
Nosotros le dedicamos en total unos 45 minutos al cañón Studlagil, pero si no intentáis bajar, puede ser una visita mucho más breve (simplemente el tiempo que le queráis dedicar a pasear un poco por allí y a hacer unas fotos).
Vök Baths
Nuestra siguiente parada del día eran los espectaculares Vök Baths, unos modernísimos baños termales que se terminaron de construir en verano de 2019, apenas unos meses antes de nuestra visita, y que están a unos 50 minutos de conducción desde Studlagil.
Los Vök Baths se encuentran a orillas del lago Urridavatn y a tan solo 6 km de la principal población del este de la isla, Egilsstadir. De hecho, no es solo que los baños se encuentren a orillas del lago, me he expresado mal: lo cierto es que dos de las piscinas están flotando sobre la superficie del lago, dentro del lago, digamos, y tienen efecto infinity pool.
Entrada a Vök Baths
La entrada Standard a estos preciosos baños es de 5000 ISK (unos 36 euros), e incluye una infusión de su Tea Bar.
La entrada Confort tiene un extra de 900 ISK e incluye lo anterior más una bebida en el bar de la piscina. Por su parte, la entrada Premium tiene un coste extra de 3200 ISK e incluye todo lo anterior más una degustación en el restaurante.
La toalla no está incluida en el precio de la entrada, así que tenéis dos opciones: alquilar una allí mismo y pagar por ella o traer la vuestra. Como ya comenté en el post del Día 1 cuando os hablaba de la Laguna Azul, nosotros compramos unos albornoces de microfibra en Decathlon que eran la envidia del personal, y también muy prácticos ya que pesan y ocupan poco, son de colores vistosos, con lo cual son fáciles de distinguir entre los cientos de toallas blancas que hay por todas partes, y tapan bastante más que una toalla en los trayectos entre el vestidor y las piscinas, durante los que estábamos a muy pocos grados. Sobre todo si vais a visitar más de unos baños termales en el país, como era nuestra caso, es una inversión que os recomiendo hacer.
Así como en la Laguna Azul es obligatorio tener una reserva, es decir, comprar la entrada por adelantado online, aquí en Vök Baths (al igual que en Mývatn Nature Baths, de los que os hablaba en el post del Día 7) simplemente se recomienda hacerlo para aseguraros que vais a poder entrar a la hora que queráis, pero si no tenéis entrada y simplemente os plantáis allí, si la capacidad no está a tope, podréis comprar la entrada en el momento.
Funcionamiento
Al entrar te dan una pulsera con un chip que sirve para cerrar la taquilla que elijas en el vestuario y después poder volver a abrirla, así que la pulsera la llevas tú siempre puesta… ¡procurad no perderla!
En los vestuarios hay unos lectores de pulseras, los cuales, al acercar la vuestra, os dirán qué número era vuestra taquilla, por si os habíais olvidado.
Me imagino que en estas mismas pulseras se cargarán las bebidas que compréis por adelantado con vuestra entrada Confort y Premium, y también es posible comprar una bebida en el momento en el bar sin haberla adquirido previamente con la entrada: te la cargan a la pulsera y al salir, pagas lo que hayas comprado.
Nuestra experiencia en Vök Baths
Para empezar, los vestuarios son espectaculares. Son amplísimos, bonitos, cómodos, impolutos y modernos. Se nota en todos los detalles que estos baños termales son nuevos.
Hay sitio de sobra para sentarte (yo, de hecho, estaba sola en el vestuario cuando entré), lo cual parece una tontería y una obviedad, pero no lo es tanto. Por ejemplo, en la Laguna Azul, de pura masificación, apenas encontré un huequito para apoyar el trasero y poder cambiarme en condiciones. Aquí la experiencia es totalmente diferente.
En la zona del tocador de mujeres hay varios taburetes bajos de cuero de cara a un espejo enorme para peinarte, asearte o maquillarte tranquila y cómodamente. Además hay un montón de secadores (todos ellos iguales, bonitos, rojos brillantes, cuidando al máximo la estética del lugar) e incluso una plancha del pelo (igualmente roja, a conjunto con los secadores).
Otro detalle que me encantó es que hay una gran claraboya en el techo que deja entrar la luz natural en el vestuario, lo cual hace que el ambiente sea mucho más agradable.
En las duchas, además, hay productos locales de calidad: champú y suavizante para el pelo y gel de baño.
Para que veáis hasta qué punto está todo pensado para la comodidad del cliente en Vök Baths: desde la zona de duchas sales directamente a una especie de pasillo acristalado con vistas a las piscinas. Allí hay una zona con perchas donde puedes dejar el albornoz y quitarte las chanclas y ya, directamente desde aquí, sin salir al exterior del todo, donde te pelas de frío, empiezas a bajar unas escaleritas que se van introduciendo en el agua de la primera piscina, así que antes de salir al frío de afuera, tú ya te estás metiendo en el agua calentita. ¡Una idea simplemente genial!
Los baños constan de tres piscinas diferentes. La primera, a la que accedes desde las escaleras interiores que os acabo de comentar es en realidad una piscina doble, ya que tiene dos zonas diferenciadas, y en esta primera zona, en el centro, hay como unas fuentes que sacan chorritos de agua con rocas decorativas donde puedes apalancarte.
En la otra zona de esta primera piscina es donde se encuentra el bar, donde puedes pedir refrescos, cócteles y también cerveza artesanal. Disponen de dos cervezas artesanales locales en surtidor, y ambas están elaboradas con las aguas termales del lago Urridavatn, a orillas del cual se encuentran estos baños termales. Las cervezas son la Vökvi, una cerveza rubia tipo keller, y la Vaka, una session IPA. Nosotros optamos por esta última y estaba buenísima, y me encanta la idea de que se trate de productos locales y de kilómetro 0, realizadas con los recursos de la región.
De hecho, esto está muy en línea con su filosofía medioambiental, que mencionan en su página web. El objetivo de Vök Baths es desarrollar su negocio de manera sostenible, por lo que intentan evitar el uso de plásticos en la medida de lo posible y todos los recipientes y envoltorios son orgánicos y reciclables. Por otra parte, toda la madera utilizada en las instalaciones de los baños termales proviene de la propia zona del este de Islandia y es de producción ética. Todo este tipo de detalles son de los que suman y de los que acaban marcando la diferencia.
En esta zona del bar hay varias mesas de piedra de forma hexagonal que sobresalen del agua, donde puedes tomarte tu bebida tranquilamente mientras sigues sumergida tan a gusto en el agua calentita, y también hay un banco corrido bajo el agua en algunos de los lados para sentarte a admirar el paisaje espectacular del lago y las montañas que lo rodean. Muy top.
Esta primera piscina doble, que está a 38 grados, es la más grande de las tres y está, digamos, en tierra firme.
Para llegar a las piscinas flotantes que están sobre el lago hay que salir de esta piscina inicial y caminar por una especie de senda, como una plataforma de madera, hasta la primera de las piscinas flotantes y, ¿sabéis qué?: como ya tenéis el cuerpo calentito de haber estado a remojo en la primera piscina, se aguanta el frío muy bien, ya que son solo unos pocos metros.
Esta segunda piscina tiene el agua a 40 grados, es más pequeña que la primera y tiene forma hexagonal, igual que las mesas de la zona del bar que os acabo de comentar; pienso que es en homenaje a la forma de las columnas basálticas tan presentes por todo el país. Esta piscina tiene bancos corridos dentro del agua por todos los lados y uno de ellos es efecto infinity pool, ya que parece que no haya distinción entre donde acaba la piscina y donde empieza el agua del lago.
Por cierto, el agua del lago, excepto la que rodea justo a las piscinas flotantes, está toda totalmente congelada en esta época del año, así que es una auténtica pasada estar tú tan calentita metida en el agua termal, flotando sobre un lago con el agua congelada, ¡wow! Estar rodeada de hielo, pero tú estar tan a gustito a 40 grados es algo tan nuevo y tan chocante que la verdad es que, cuando estás ahí, alucinas muchísimo.
La tercera piscina es también flotante y es idéntica a la segunda en su forma y en todo lo demás (también es infinity pool), excepto en que en esta el agua está todavía más calentita, a unos 42 grados.
En la plataforma de madera que separa estas dos piscinas flotantes hay una escalera como de piscina para bajar al agua del lago 😱 Como en los bordes de las piscinas flotantes no llega a congelarse, es posible hacerlo y sumergirte en agua que está casi en su punto de congelación y rodeada de hielo para notar el shock térmico y jugar con los contrastes, que es algo muy común en los spas y en los baños termales tradicionales. Bien, pues aquí podéis hacerlo de la manera más natural posible: ¡metiéndoos en el lago casi congelado Urridavatn!
Y adivinad quién lo hizo… ¡Félix! 🤣 Nos contó el chico de la entrada que en verano tienen que estar vigilando que no haya demasiada gente en el lago y que no se vayan muy lejos para que no haya problemas; en invierno no suelen tener estos problemas, pero siempre hay algunos valientes que deciden meterse para experimentar ese contraste de temperaturas.
Aparte de lo súper guays y modernas que son las instalaciones, también hay que tener en cuenta otro de los puntos fuertes de Vök Baths: su ubicación y sus vistas. Me encanta su integración con el paisaje, cómo han optado por materiales naturales, como la madera y la piedra natural, para construir los baños, y cómo han conseguido no estropear el paisaje del bonito lago y las montañas que lo rodean, sino integrarse en él de manera fluida y respetuosa con el entorno.
Otro punto a favor muy importante de estos baños termales es su 0 masificación a día de hoy. En nuestro caso, coincidió que era sábado cuando fuimos y aun había algo de gente («algo», sin estar para nada masificado, ni muchísimo menos), pero estoy segura de que sí vais en un día entre semana, los vais a tener prácticamente para vosotr@s. Yo creo que son tan nuevos que la gente todavía no los conoce y no se ha corrido la voz de lo guays que son. Son tan nuevos que todavía no aparecen en mi Lonely Planet, por ejemplo, y me imagino que en ninguna guía de viaje que tenga más de medio año de antigüedad.
Además, los Vök Baths están en el este de la isla, una de las zonas menos turísticas y menos masificadas de Islandia, así que esto también contribuye a que menos gente visite estos baños termales en comparación con otros. Pero es que para mí esto es algo positivo: ahora mismo, visitar Vök Baths es una experiencia totalmente exclusiva. Muy poca gente lo ha hecho, en comparación con la gente que ha visitado la Laguna Azul, por ejemplo, y eso unido a que tienes prácticamente para ti unas instalaciones tan top y completamente nuevas en un entorno tan de ensueño, convierten la visita a Vök Baths en una experiencia de auténtico lujo.
Una vez se ha disfrutado de la visita y ya te has duchado y arreglado, sales de nuevo a recepción, si has acumulado alguna bebida en la pulsera la pagas en el momento, y en la misma recepción es donde está el Tea Bar, que es autoservicio. Se trata de una gran mesa encimera tipo isla en la que tienes todos los ingredientes para hacerte tu propia infusión, incluida en la entrada, y también hay grifos de agua fresca. La infusión se puede tomar antes o después de la visita a los baños, como prefiráis.
También hay en las instalaciones un bonito restaurante con vistas a las piscinas y al lago, pero nosotros no comimos allí.
En resumidas cuentas, Félix y yo estamos de acuerdo en que estos baños son sin duda los mejores de Islandia de todos los que visitamos (que, con la tontería, fueron 5, así que tenemos con lo que comparar).
Los Vök Baths ofrecen una experiencia única y totalmente recomendable, ya que estos baños, ahora mismo, lo tienen todo: son simplemente perfectos.
En cuanto al tiempo necesario para visitarlos, yo os diría que le dediquéis unas dos horas, entre cambiaros, disfrutar de los baños y luego ya ducharos, arreglaros, etc.
Fjardarheidi
Una vez salimos como nuevos de Vök Baths nos tocaba ya dirigirnos a nuestro destino de este día, que era la población costera de Seydisfjordur, donde pasaríamos la noche y, para variar, ya se nos estaba haciendo tarde…
Sin embargo, para llegar desde Egilsstadir, donde estábamos, hasta Seydisfjordur, nuestro destino en la costa este de Islandia y a orillas de un precioso fiordo, nos quedaba una aventura más que vivir y un reto más que superar.
Durante este tramo de conducción de unos 30 – 45 minutos debíamos cruzar un paso de montaña brutal llamado Fjardarheidi, de 27 km de longitud y 620 metros de altura.
En las condiciones meteorológicas en las que nos encontramos, con carreteras nevadas y heladas, fue una conducción bastante extrema, ya que subes mucho y luego bajas mucho en pocos kilómetros por una carretera con infinidad de curvas cerradas y con placas de hielo. La verdad es que el ascenso aun fue bien, pero en el descenso yo confieso que pasé un poquito de miedo, porque la carretera era muy empinada, con muchas curvas y el asfalto estaba cubierto de hielo en algunos tramos, y todo eso en conjunto no daba demasiada confianza. Aun así he de decir que no tuvimos ningún problema, ni subiendo ni bajando, y que nuestro Dacia Duster 4X4 de Lotus Car Rental con sus neumáticos de invierno todos tachonados de clavos se portó de maravilla, y Félix, que era el conductor, también, porque no tuvo que ser una conducción nada fácil. Menos mal que ya llevábamos una semanita rodando por Islandia en diferentes condiciones difíciles y, quieras que no, vas cogiendo confianza y práctica, porque este tramo nos toca conducirlo el primer día y yo creo que le digo a Félix que ni hablar, que media vuelta y a otro lado.
Sin lugar a dudas este fue el tramo de conducción más difícil y en el que peor lo pasé de todo el viaje por Islandia, sobre todo la parte de la bajada hasta el fiordo.
Un poco antes de empezar la subida cañera de verdad, a mano izquierda, al lado de la carretera, vimos algo que nos llamó la atención: en medio de la ladera de la montaña completamente nevada había como una especie de exposición de teles antiguas sobre un bloque de hormigón cada una, y todas pintadas de un color diferente. Se trata de una obra de arte moderno ubicada en medio de la nada y resulta muy curioso encontrártela de repente. Obviamente, paramos para ir a echarle un vistazo de cerca, pero hacía un frío que pelaba ahí arriba de la montaña, y viento también, así que tampoco le dedicamos mucho tiempo y ni siquiera me fijé en el nombre del artista y en la información sobre la obra, cosa que ahora me da mucha rabia.
Me imagino que estará ahí expuesto de forma permanente y que no será algo temporal. Si pasáis por ahí y lo veis, os recomiendo que paréis a echar un vistazo y a tomar algunas fotos, ya que quedan muy coloridas y muy chulas, y ya de paso, si os fijáis en la información y os pasáis por aquí a comentar lo que averigüéis os lo agradecería mucho 😊
Una vez habéis pasado las teles y llegáis a la cima del paso de montaña, ya veréis lo que os espera al otro lado: un paisaje totalmente alucinante de fiordos rodeados de montañas nevadas con Seydisfjordur, el pueblecito al que nos dirigíamos, encajado encantadoramente a las orillas de uno de los fiordos, ya iluminado. Una imagen totalmente de postal y un paisaje que no podía ser más pintoresco.
Después del descenso extremo hasta el pueblo que ya os he contado, cuando ya estábamos justo entrando al pueblo y pensábamos que ya habíamos superado la parte más dura, resultó que absolutamente todas las calles, carreteras y aceras del pueblo estaban cubiertas de hielo, lo cual era una movida tanto para conducir por dentro del pueblo (el coche de hecho llegó a patinar un momento, suerte que íbamos súper despacio y era ya en plano y en una recta) como para caminar, y eso que las distancias son mínimas.
Seydisfjordur
Misión cumplida: ya estábamos en Seydisfjordur, nuestro destino de este Día 8.
Por desgracia, cuando llegamos a Seydisfjordur estaba ya anocheciendo, así que pudimos disfrutar muy poco a la luz del día de este pueblo tan encantador. Una auténtica injusticia, ya que es un pueblo tan bonito y se encuentra en una ubicación tan privilegiada que se merece totalmente ser el centro de atención durante al menos un día o dos. Nosotros, sin embargo, por falta de tiempo y por falta de horas de luz, no pudimos dedicarle esa atención tan merecida, y es una pequeña espinita que tengo clavada, porque me hubiese encantado poder recorrer y explorar Seydisfjordur y sus alrededores en condiciones.
Hay un lugar muy bonito que había visto mil veces en Instagram al que nos dirigimos lo primero de todo, antes incluso de pasar por el alojamiento a dejar los trastos, para aprovechar los últimos minutos de claridad y poder sacar un par de fotos. Se trata de una callecita muy pintoresca pintada con franjas de todos los colores del arco iris que lleva hasta la puerta de la iglesia del pueblo. A cada lado de la callecita colorida hay casitas típicas islandesas y como telón de fondo están las imponentes montañas nevadas. Es un lugar muy, muy top para hacer fotos, porque es que lo tiene todo.
Sin embargo, entre que se estaba haciendo de noche y que el suelo estaba completamente cubierto de hielo y esto hace que no se aprecien bien del todo los colores, nuestras fotos por desgracia no nos quedaron tan instagrameras como las que habíamos estado viendo 😢
A pesar de que, como ya he comentado, no lo pudimos ver en condiciones, Seydisfjordur nos pareció una auténtica pasada: aparte de que es monísimo en sí y de estar a orillas del fiordo, lo más impactante de todo es que levantas la cabeza y lo único que ves son montañas enormes alzándose a tu alrededor. Creo que nunca había estado en un lugar en el que las montañas me rodeasen de esta manera y me parecieran tan imponentes y, la verdad, me pareció alucinante.
Es una lástima que por el este de Islandia tuviésemos que pasar tan de puntillas, porque a pesar de ser una de las regiones menos turísticas del país, nos pareció una zona preciosa que tenía bastante que ofrecer. Ojalá hubiésemos podido pasar otra noche para explorar algún pueblecito más de la zona también: hablan especialmente bien de un pueblo llamado Borgarfjördur Eystri, situado más al norte que Seydisfjordur en la coste este. Por lo visto, desde allí hay excursiones bastante interesantes para hacer a pie, y es uno de los mejores sitios de Islandia para ver de cerca nidos de frailecillos, cuando es época. Os lo comento por si vais con más tiempo que nosotros y os cuadra para pasaros por allí también.
Dónde dormir en Seydisfjordur – Studio Guesthouse y Nord Marina Guesthouse
Studio Guesthouse
Nos dirigimos por fin a nuestro apartamento de esta noche, que en nuestro caso era Studio Guesthouse, situado justo a la orilla del fiordo.
Se trata de un pequeño complejo de 6 apartamentos perfectamente equipados; tienen aspecto de ser muy nuevos y todo está impoluto y en perfecto estado.
Nuestro apartamento era tipo estudio, como el nombre del alojamiento indica, y tenía dos camas grandes (tal vez no de matrimonio completas, pero sí de cuerpo y medio seguro), un sofá, una tele de pantalla plana, una mesa con cuatro sillas y una cocinita muy apañada (nevera, vitrocerámica, microondas, tostadora, cafetera, hervidor de agua, sartenes, ollas etc.), y por supuesto, un cuarto de baño privado. Se trata de un alojamiento sin florituras, pero con absolutamente todo lo necesario, cómodo y práctico. ¡Ah! Y Wi-Fi gratuito 😊 También tiene un lateral del edificio todo grafiteado, que es la imagen más típica que veréis del alojamiento en Internet si lo buscáis.
Además, está muy bien situado, en una de las calles principales del pueblo, y es muy fácil ir caminando a cualquier lado, a pesar de las dificultades con el suelo helado que ya he comentado. Por ejemplo, en 5 minutos estás en la iglesia con la calle de arco iris y en el pub Koffi. En la otra dirección, tienes a 2 minutos la gasolinera y el Bistro Skaftafell, al que fuimos nosotros a tomar algo. Nos gustó el ambiente desenfadado del local y la música tipo punk-rock de los 80 que estaba sonando (la camarera, sin ir más lejos, llevaba una camiseta de Ramones).
Esta noche cenamos tranquilamente en nuestro apartamento aprovechando que teníamos la cocina tan bien equipada y sacándole partido a todo lo que traíamos con nosotros de compra hecha en súper.
Nuestra anfitriona Alona nos contó que, aparte del Studio Guesthouse, tiene también otra casa de huéspedes en Seydisfjordur, aunque esta otra solo está abierta en temporada alta. Aun así, os quiero hablar de ella también con toda la información que Alona nos proporcionó para que tengáis otra buena opción de alojamiento en el pueblo en caso de que viajéis en otra época del año, y podáis elegir la que más os guste u os convenga, ya que esta otra también tiene muy buena pinta.
Nord Marina Guesthouse
Nos cuenta Alona que Nord Marina Guesthouse es una casa de huéspedes familiar (al igual que Studio Guesthouse) que está situada a orillas del fiordo, a 2 km del centro de Seydisfjordur.
Está formada por dos edificios que formaban parte de una antigua fábrica de procesamiento de pescado, y la temática en general de este alojamiento y de sus alrededores hacen honor a su origen, ya que la decoración se basa en elementos marinos y pesqueros. Tanto en los alrededores como en el interior del complejo se ha intentado conservar el estilo rústico original del lugar.
Se encuentra en una ubicación muy tranquila, en las afueras del pueblo, en la zona del puerto, y las vistas al fiordo y las montañas son espectaculares.
Nord Marina Guesthouse ofrece diferentes opciones de alojamiento a sus huéspedes: hay habitaciones tanto con baño privado como con baño compartido y hay una cocina comunitaria; aparte, hay un apartamento tipo estudio y otro apartamento de tres habitaciones, ambos con baño privado y cocina propia.
Existe la posibilidad de optar por el desayuno buffet, aunque este servicio no está incluido en el precio del alojamiento.
Esta casa de huéspedes abre de abril a octubre y cierra durante el invierno. Las actividades más populares en la zona son las caminatas por los espectaculares parajes que rodean Seydisfjordur, la pesca, las rutas en bicicleta, las salidas en kayak, etc.
Además, en julio hay un festival de las artes llamado Lunga en el pueblo, y el concierto final se celebra justo en frente de Nord Marina Guesthouse.
Estoy segura de que también es una excelente opción de alojamiento en Seydisfjordur.
BONUS: La aurora boreal – Un sueño cumplido
Efectivamente, después de un día completito, con actividades muy top y en un entorno que no puede ser más idílico, como es Seydisfjordur, tuvimos colofón final y la naturaleza nos regaló una aurora. Nuestra primera aurora.
Si el este de Islandia ya nos había cautivado con su belleza y Seydisfjordur nos había enamorado a primera vista, el hecho de haber sido el escenario de nuestra primera aurora boreal va a hacer que esta zona siempre tenga un lugar especial en nuestro corazón, ya que ver las «luces del norte» era un sueño que teníamos desde hacía muchísimo tiempo, y también era uno de los objetivos de este viaje (y el motivo por el que lo hicimos en esta época del año, con sus pros y sus contras).
Así que gracias Seydisfjordur, gracias naturaleza y gracias universo por este regalo tan increíble que no se puede comprar con dinero 🥰
Os cuento cómo fue la cosa: estábamos acabando de cenar en Studio Guesthouse y a cierta hora, tipo las 22:30, en una de sus múltiples salidas a mirar el cielo a temperaturas inhumanas, Félix distinguió el inicio de una aurora.
Dejamos todo lo que estábamos haciendo, nos abrigamos todo lo que pudimos y lo más rápidamente posible, nos subimos en el coche y salimos pitando para alejarnos de las luces del pueblo. Para ello, simplemente seguimos la misma carretera del apartamento hacia el este, hacia el mar, hasta que estuvimos lo suficientemente alejados para ver el cielo bien oscuro. Son apenas 5 minutos en coche, así que otro punto a favor de Studio Guesthouse: fácil acceso a un lugar ideal para ver auroras. Y, efectivamente, allí estaba ella 💚
Si las auroras tienen la intensidad necesaria, se ven claramente desde el mismo pueblo (de hecho Félix la distinguió), pero sin la contaminación lumínica asociada a las poblaciones las auroras ganan mucho más.
Pero volvamos a «nuestra» aurora. Según los estudios de Félix, tenía un índice de 3, unas probabilidades de ser vistas del 30%, y el cielo estaba casi totalmente despejado. No os preocupéis, que Félix escribirá un post sobre auroras y sobre cómo cazarlas donde os detallará los resultados de sus investigaciones (estudios que vienen de su obsesión por la mala suerte de no haberlas podido ver en nuestros anteriores viajes a Finlandia y a Noruega). Lo que os puedo adelantar es que siempre en buena idea buscar un sitio con agua: un lago, un río o, en nuestro caso, un fiordo, ya que el agua refleja las luces y ayuda a potenciar la experiencia, así que estábamos justo en el lugar adecuado.
Nosotros estuvimos como una hora y hora y media observando el cielo y fue maravilloso, porque vimos luces de todo tipo: desde luces en forma de arco o de cintas en movimiento hasta un resplandor verdoso generalizado por todo el cielo. También hubo ratos de cielo negro y de cero actividad, ¿eh? Consta de tener paciencia, de adaptar el ojo a la oscuridad, de esperar, de tener un poco de suerte y de hacer frente al frío lo mejor que se pueda.
Sin ser la aurora más potente de la historia, ya que el índice de magnetismo no era especialmente alto, nos dio para sacar algunas fotos decentes con el móvil en modo nocturno, ya que, con las prisas de salir corriendo, no íbamos preparados para la ocasión con la réflex y el trípode, etc. Pero sobre todo nos dio para quitarnos la espinita y la obsesión: ya habíamos visto la aurora.
La experiencia es, de verdad, bastante única y alucinante. No os miento si os digo que estábamos los dos pegando saltitos y grititos de alegría, y riéndonos como locos. Fue un auténtico momentazo.
Una vez el frío empezó a calarse en los huesos y ya con la tranquilidad de haber visto la aurora y de saber que aún quedaban días con índices de actividad similares y cielos despejados, decidimos por fin irnos para casa. Con la tontería era ya la 1 cuando nos acostábamos y al día siguiente, para no hacer mudanza en la costumbre, tocaba madrugar.
Como siempre, más abajo os dejo una pequeña galería de fotos adicionales, y creo que este va a ser el enfoque de todos los posts de este viaje, ya que van a ser posts más cortos de lo habitual, puesto que solo cubren un día de viaje, pero al mismo tiempo, hay muchas cosas que os quiero enseñar, ya que todo en este país es tan sumamente fotografiable que es una pena dejar fotos fuera por falta de espacio en el post (podéis hacer clic en las imágenes para verlas en grande).
Y hasta aquí este Día 8 de nuestro roadtrip por Islandia de dos semanas en noviembre, y me ha salido un post bastante largo, la verdad 😂 En el siguiente Día 9 os contaré nuestra visita a una cascada súper top y cómo recorrimos toda la costa este de Islandia hacia el sur, fiordo a fiordo, y disfrutando cada minuto del camino, hasta llegar a nuestro destino de ese día, que era la población de Höfn. ¡Ah! Y también hubo sorpresita este día 😉 ¡Estad atent@s que espero que no tarde demasiado en llegar!
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