Costa atlántica francesa
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Costa atlántica francesa: los 5 lugares que no debes perderte

¡Hola, viajer@s!

Hoy vengo a hablaros de una región de Francia muy concreta: la costa atlántica francesa. Creo que es indudable que Francia es un país increíble que tiene muchísimo que ofrecer; sin embargo, se trata de un país enorme y muy variado, al igual que España: nada tienen que ver Andalucía o Extremadura con Galicia, el País Vasco, Cataluña o las Castillas. Pues en Francia ocurre más o menos lo mismo: la zona de la costa atlántica es diferente a Normandía, la Bretaña, la isla de Francia (zona de París) o la Dordoña, por ejemplo. Cada zona tiene su personalidad, su propia cultura, sus platos típicos, sus paisajes, etc.

 

La costa atlántica francesa: qué sitios visitar

Me imagino que muchos de mis lectores serán españoles; pues bien, Francia, por cercanía, está muy a mano para explorarla y hacer una escapada en coche, y esta zona de la que hablo queda relativamente al sur, así que pienso que puede ser una buena opción para unas vacaciones desde España. Nosotros, en concreto, la tenemos bastante pateada porque es la ruta que solemos tomar para ir al festival Hellfest, que se celebra en Clisson, muy cerca de Nantes, y al que ya hemos asistido tres veces; a lo largo de estos tres roadtrips hemos ido parando en diferentes ciudades o atracciones, y en este post os traigo mi top 5 para que os podáis montar una ruta de lo más interesante por la costa atlántica francesa. De norte a sur, los lugares de los que os voy a hablar hoy son: La Rochelle, Cognac, St-Émilion, Burdeos y Dune du Pilat. Entre el punto más septentrional (La Rochelle) y el punto más meridional (Dune du Pilat) de los que os voy a hablar hay solo 250 km.

Todos estos lugares pertenecen a la región administrativa de Nueva Aquitania, y en este recorrido los principales protagonistas van a ser la naturaleza, los viñedos y su fruto (el vino) y el queso.

Si os lo planteáis como un viaje por carretera o roadtrip, creo que no os arrepentiréis: vais a encontrar muy, muy buenas carreteras, con excelente asfalto y excelente drenaje en caso de que os diluvie, como fue nuestro caso una de las dos veces que visitamos Burdeos. Es cierto que muchas de estas autopistas son de pago, pero al menos están en buen estado, cosa que no siempre se puede decir en otros casos… También veréis que el límite máximo de velocidad de las autopistas francesas es de 130 km/hora, lo cual se agradece en un roadtrip, la verdad. Y, por último, encontraréis muchísima educación y civismo a la hora de conducir. En resumen, la France es un país ideal para recorrerlo en coche.

Empecemos entonces con los destinos que os propongo para este roadtrip a lo largo de la costa atlántica francesa.



 

La Rochelle

La Rochelle, una ciudad de la costa atlántica francesa de 80.000 habitantes, es una auténtica joyita que nos sorprendió muy gratamente. Se trata de una población en la que su maravilloso puerto siempre ha tenido un gran protagonismo. Del siglo XIV al XVII fue uno de los principales puertos de Francia: por ejemplo, los primeros colonos franceses de Canadá partieron desde este punto. Actualmente es uno de los mayores puertos deportivos del país, y está repleto de preciosos veleros.

La Rochelle es un gran foco turístico de Francia, y no es de extrañar: se trata de una ciudad encantadora y pintoresca por la que da gusto perderse. Un tranquilo paseo por el puerto antiguo es obligatorio para deleitarse con las preciosas vistas de los veleros anclados en el puerto y con el agradable aroma salado del mar. Además encontraremos multitud de torres de defensa por la ciudad, tanto en el propio puerto como en el casco antiguo. En tiempos de guerra, se colocaba una gran cadena entre las dos torres de piedra que flanquean la entrada al puerto para proteger la ciudad por la noche (muy «Juego de Tronos», todo), de ahí que se las conozca como la Tour de la Chaîne o torre de la cadena. Otras torres de defensa interesantes de la ciudad son la Tour St-Nicolas, la Tour de la Lanterne y la Tour de la Grosse Horloge; todas ellas datan de los siglos S. XIV – XV.

Imponentes torres de defensa por todos lados
Imponentes torres de defensa por todos lados

Pasear por el casco antiguo, muy bien conservado, también es una delicia: está formado por una serie de callejuelas peatonales repletas de restaurantes y marisquerías que crean un ambiente realmente encantador. Los precios son relativamente competitivos, ya que hay bastante oferta de menús incluso para cenar por entre 18 y 25 euros por persona, con copa de vino de la zona incluida. También hay que acercarse al bonito ayuntamiento, de estilo renacentista, para admirarlo como se merece.

Hay que tener en cuenta el clima atlántico de la zona: nosotros visitamos la ciudad a finales de junio y tuvimos suerte con el tiempo, ya que nos hizo un día estupendo. Sin embargo, hacía una airecito la mar de fresco y me arrepentí bastante pronto de ponerme tirantes, sobre todo cuando empezó a irse el sol. ¡Tened cuidado con la brisita marina, que hace que el clima sea engañoso!

En La Rochelle también se pueden hacer algunas actividades interesantes, aunque nosotros, como estábamos simplemente de paso volviendo del festival, no tuvimos tiempo de hacer ninguna, más allá de pasear por la ciudad. La atracción principal es su modernísimo Aquarium (Quai Louis Prunier): la entrada cuesta 16 euros para adultos y 12 para los niños. Pienso que si se viaja con peques, puede ser una buena opción, ya que tiene bastantes buenas críticas y tiene pinta de ser interesante: por lo visto, la visita empieza bajando con una especie de «submarino» al fondo del mar y, a partir de ahí, nos encontramos los típicos túneles en los que, al recorrerlos, te ves rodeado de todo tipo de criaturas marinas, como medusas fluorescentes, rayas, tiburones, pirañas, tortugas de mar, etc. Además, tengo entendido que es una visita bastante educativa.

Otra actividad que pienso que puede ser bastante recomendable es la visita a alguna de las islas cercanas. La empresa Inter-Îles organiza tours en crucero a varias de ellas en la temporada de buen tiempo (entre Semana Santa y septiembre/noviembre, normalmente). Algunas de las islas son la Île de Ré, la Île d’Aix, la Île d’Oléron y la isla fortificada Fort Boyard. Con respecto a esta última, no sé si vosotros lo veíais, pero había hace muchos años un programa-concurso de pruebas y aventuras de la televisión francesa que se rodaba en esta isla, y yo era muy fan de pequeñita :). Además, a la Île de Ré se puede llegar también en coche a través de un puente que une la isla con tierra firme.

 

Cognac

Esta ciudad de 20.000 habitantes, que se encuentra rodeada de viñedos y está ubicada a orillas del río Charente, es famosa por el coñac, el potente aguardiente obtenido por un doble proceso de destilación. La producción y la comercialización de esta bebida espirituosa es la base de la economía de la zona.

Las callejuelas del casco antiguo están repletas de casas con entramado de madera de los S. XV – XVII. Llama la atención que muchas de ellas tengan las fachadas ennegrecidas, pero detrás de esta característica aparentemente fea se esconde una historia preciosa. Este aguardiente solo puede comercializarse como «cognac» si ha envejecido 2 años en barricas de roble; el paso del tiempo es lo que mejora la bebida: pierde en cantidad, pero gana en calidad. Esto se debe a que el 2-3 % del volumen de las barricas se evapora a través de los poros de la madera, y es lo que lo franceses llaman «la parte de los ángeles». Y este alcohol evaporado es el que permite que los pequeños hongos negros de las paredes de las bodegas sigan prosperando. Así que ya sabéis, si veis en Cognac una casa con la fachada ennegrecida, no juzguéis mal a sus habitantes, ya que están dando de beber a los ángeles.



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En la ciudad y en la zona que la rodea hay muchísimas destilerías, la mayoría de ellas abiertas al público para llevar a cabo visitas y catas del preciado coñac. Algunas de ellas son Camus, Hennessy, Martell, Otard o Rémy Martin. Nosotros optamos por visitar la destilería de Camus (29 rue Marguerite de Navarre), que se encuentra a dos pasos del propio casco antiguo. Existen diferentes precios para la visita en función de la cata final que se elija. Nosotros optamos por la visita Connaisseur, que incluye una pequeña cata de tres tipos de coñacs diferentes al final de la visita, y el precio es de 20 euros por persona. Se trata de una visita en inglés muy interesante y, además, muy sensorial, muy olfativa. Hay un momento de la visita que parece que estás más en una tienda de perfumes que en una cata de cognac, ya que hay multitud de envases de cristal con diferentes aromas o notas de los que puede tener un coñac, y vas oliéndolos uno a uno con sus bastoncillos de cristal, como en una perfumería exclusiva de las que tanto me gustan. Y es que, con una de las entradas más caras, tienes la opción de crear tu propio coñac con las notas que más te gusten: ellos lo mezclan, te lo etiquetan y lo registran en sus archivos, de modo que cuando necesites pedir más de tu obra de arte, te la vuelven a elaborar sin problemas y te la envían a casa. Casi nada.

 

Nosotros pasamos por alto esta opción (no recuerdo el precio, pero os podéis imaginar que barato no sería), pero disfrutamos mucho de nuestra cata final de tres coñacs, todos ellos diferentes, en un entorno agradable y después de haber adquirido la información necesaria para poder degustarlos con algo de conocimiento.

Para llegar a Camus desde el casco antiguo se pasa por el Jardin Public, un agradable parque muy verde repleto de flores, ideal para dar un paseo tranquilo. La zona de la orilla del río también es una zona preciosa para pasear, está todo muy cuidado y es una zona con diversos edificios y construcciones bonitos e históricos, entre los que destaca la Tour St-Jaques, una preciosa torre antigua. En esta zona, justo al lado de la destilería Hennessy, que es de las más famosas, pero durante nuestra visita estaba cerrada por obras, encontramos un precioso restaurante italiano con aspecto de castillito medieval en el que cenamos súper bien en una terraza alta con vistas al río: se trata del restaurante La Scala. ¡Muy recomendable!

 

St-Émilion

St-Émilion es un pequeño pueblecito medieval de tan solo 2000 habitantes que se encuentra a 40 km al este de Burdeos. Está ubicado en medio de una amplísima zona de viñedos, y la conducción hasta el pueblo es realmente maravillosa, ya que lo único que se ve hasta donde alcanza la vista son viñedos y más viñedos, y algún pequeño château entre las plantaciones. De nuevo, en el caso de St-Émilion, la producción del vino es el motor de la economía de la zona. De hecho, yo diría que es un pueblo que vive por y para el vino, ya que toda la vida en la población gira en torno a este producto. Cabe destacar que tanto el pueblo como los viñedos que lo rodean son Patrimonio Mundial de la Unesco.

Las casas y las construcciones antiguas de piedra y las empinadísimas callejuelas adoquinadas le dan al pueblo un aspecto medieval lleno de magia. El pequeño casco antiguo presenta diferentes construcciones medievales fascinantes de estilo románico. Destacan el Clocher o campanario y la Collégiale o colegiata, con su nave puramente románica y su pequeño pero encantador claustro. También podremos encontrar diferentes ruinas medievales en las afueras, casi engullidas ya por los viñedos que se extienden por doquier.

En el pueblo existen muchísimas tiendas o supermercados de vino, y también diversas vinotecas o bares de vino donde poder degustar el material. Se trata de vinos más bien caros, al menos para el estándar español de «ir a tomarse unos vinos», ya que las copas van de los 6/7/8 euros para arriba, pero también es verdad que se trata de vinos franceses de primerísima calidad, de los que tampoco solemos beber de normal es España (¡al menos yo no, vamos!), así que creo que vale la pena darse el capricho y probar algo diferente y de excelente calidad. Lo mismo ocurre en las tiendas de vino: los precios pueden escandalizarnos un poco a priori, pero nosotros aun así compramos una pequeña caja de 3 botellas de vino tinto y otra adicional de vino blanco y las guardamos para alguna ocasión especial. ¡Os aseguro que no dejan a nadie indiferente!

 

Burdeos

Al igual que muchas otras poblaciones de la zona, Burdeos, la ciudad más importante y la capital de la región, con sus 240.000 habitantes, se encuentra rodeada de viñedos, de los que, obviamente, proviene el vino con denominación de origen de Burdeos.

La ciudad, por la que pasa el río Garona, fue renovada con la llegada del nuevo milenio por un activo alcalde que apostó por la peatonalización de los bulevares, la restauración de la arquitectura neoclásica tan típica de la ciudad y la implementación de un sistema de transporte público de lo más moderno. Así, la ciudad ha recibido un buen lavado de cara que la ha dejado lista para enamorar a todos los visitantes. La mitad de la ciudad, desde los bulevares exteriores hasta la orilla del Garona, forma la mayor área urbana calificada como Patrimonio Mundial de la Unesco desde 2007. Esta zona se conoce como el Puerto de la Luna, y se trata de una ciudad histórica habitada, una conjunto urbano y arquitectónico sobresaliente, creado en la época de la Ilustración, cuyos valores se mantuvieron hasta la primera mitad del S.XX, con más edificios protegidos que ninguna otra ciudad francesa, excepto París (fuente: Wikipedia).

Vale la pena visitar la majestuosa catedral de St-André, cuya parte más antigua data del S.XI, aunque la mayor parte se construyó entre los siglos XIII y XIV. Destaca el campanario gótico, al que se puede subir, y que está repleto de monstruosas gárgolas. Si se decide subir, se debe tener en cuenta que se tendrán que escalar 232 escalones, aunque las vistas desde la parte superior serán una gran recompensa, ya que son espectaculares.
Como sabréis, en la región de Burdeos están los productores de vino más prestigiosos del mundo, y el negocio mueve unos 14.500 millones de euros en la zona.

Nosotros hemos estado 2 veces en la ciudad, pero siempre de paso, solo 1 o 2 noches, de camino a Hellfest, así que no hemos tenido la oportunidad de explorarla muy profundamente a nivel turístico, pero sí que podemos proponer una ruta gourmet por la ciudad que hemos hecho las dos veces que hemos estado, y seguiremos haciéndola si alguna vez volvemos a la bella Burdeos.

Si os soy sincera, el plan inicial de este post era simplemente este: explicar cuál es la experiencia gourmet que solemos hacer a nuestro paso por la ciudad, pero al ponerme a planificar el post, al consultar la Lonely Planet y sus mapas y al mirar las fotos que tengo, pensé que era mejor plan hacer un post más completo sobre toda la zona de la costa atlántica francesa, ya que toda la zona se merece una visita y, de este modo, podía ofrecer mucha más información y crear un post mucho más útil. Total, que me he liado yo sola, ¡jajaja! Aun así, es posible que extraiga la información sobre la experiencia gourmet en Burdeos y haga un post aparte, por si a alguien le interesa especialmente esta propuesta, que se puede hacer en un día o un fin de semana. ¡Vamos con ella!

Experiencia gourmet en Burdeos

Vermut en la Maison du vin de Bordeaux – Bar à Vin

El Bar à Vin (3 Cours du 30 de Juillet), que se encuentra frente a la oficina de turismo de la ciudad, tiene la noble misión de dar a conocer los vinos de la zona a los visitantes. Así, cualquier mortal puede degustar en un entorno muy chic vinos de la mejor calidad pero, sorprendentemente, a precios muy asequibles para el estándar de Francia (copas a partir de 3 euros).

Vale la pena dedicar un par de horitas por la mañana antes de comer (abren de 11:00 a 22:00 h) a visitar esta espléndido lugar y a degustar unas cuantas copas de buen vino, ya sea blanco o tinto. Si no entendéis demasiado de vinos (como nosotros), el camarero puede aconsejar amablemente. Además, para que no sea «tot begudet» como dicen por aquí por Castellón, también se puede hacer algo de colchón en el estómago con las deliciosas tablas de quesos franceses, foie, embutido, etc. El Bar à Vin es una visita obligatoria si pasáis por Burdeos.

El interior muy chic del Bar à Vin
El interior muy chic del Bar à Vin

Comida en Baud et Millet

Después de haber abierto boca en el Bar à vin, viene la guinda del pastel y lo que para mí, es lo más destacado, sin duda, de esta experiencia gourmet en Burdeos: la comida en el restaurante Baud et Millet (19 Rue Huguerie). Si os gusta el queso, este es vuestro restaurante. Si no os gusta y hasta os da asquito (que sé que existís personas así), ni se os ocurra acercaros por aquí. Félix y yo, como fans a ultranza del queso, lo tenemos claro: si se va a Burdeos, hay que ir a Baud et Millet.

En este original restaurante tienen más de 250 quesos diferentes, preparados de mil maneras. Todo lo que hay en su carta se hace a base de queso o lleva queso. Sin embargo, nosotros, las dos veces que hemos estado aquí, siempre hemos optado por la misma opción: el buffet libre de queso. ¿De qué consta esto? Pues bien, en el sótano del restaurante hay una especie de «caverna» refrigerada con todos los quesos expuestos: tú bajas con tu plato y te sirves porciones de los que quieras; subes, te las comes y vuelves a bajar a por más todas las veces que quieras. Además de esta sobredosis de queso, el menú del buffet libre incluye una ensalada verde por persona y panes de diferentes tipos con mantequilla y mermeladas para acompañar. Creedme, no hace falta nada más. Si a esto añadimos una botellita no muy cara de vino de Burdeos para completar el festín, la jugada sale por unos 40 euros por persona: desde luego no es barato, pero es un lugar único en el que los aficionados a los quesos disfrutan como auténticos gorrinos 🙂 Yo lo recomiendo al 100 %.

¡Muerte por queso!
¡Muerte por queso!

Tardeo y cena en la cervecería Le Lucifer

Después de una buena siesta o un buen paseo (¡o ambos!) para digerir el atracón de la comida, una vez apetezca empezar de nuevo a abusar, hay que acabar el día en la fantástica cervecería Le Lucifer (35 rue de Pessac). Recomiendo ir con calma y con tiempo, ya que no es un sitio para hacer una tomita rápida, sino más bien para pegarse una buena sentada de varias horas y degustar varias de las excelentes cervezas que ofrecen. Disponen de una variedad de cervezas tradicionales belgas, alemanas y checas impresionante (sobre todo belgas, que son las más peligrosas), el local es bastante grande y está cubierto de decoración tradicional «cervecera».

En caso de que en algún momento haya hambre otra vez, ¡no os preocupéis! No tenéis que moveros del sitio, ya que aquí también sirven tablas de quesos, patés y embutidos, y otro tipo de cositas, como nachos o hamburguesas (si no recuerdo mal). Nosotros siempre hemos ido sin mucha hambre después de la comilona en el anterior sitio, pero después de un par de cervezas, una tablita de algo rico puede caer fácilmente.

Hay siempre buen ambiente, el dueño es un gran entendido de las cervezas y suena música rock de fondo. En general, se trata de un sitio muy auténtico y recomendable para disfrutar de unas buenas cervezas.

Dune du Pilat

Una vez finalizada la routa gourmet por Burdeos, continuamos hacia el sur. La impresionante Dune du Pilat se encuentra muy cerca del pueblo llamado Arcachon. Esta zona es famosa por sus bonitas playas, sus buenas olas para la práctica del surf y por ser zona de avistamiento de aves. Sin embargo, en mi opinión, lo más destacable de esta región es la grandiosa Dune du Pilat. Se trata de la duna de arena más grande de Europa, ya que abarca una distancia de 3 km y crece a un ritmo de 4,5 metros por año: ya ha engullido en su implacable avance numerosos árboles, un cruce de carreteras y hasta un hotel.

Desde la cima de la duna, que tiene una altura de 114 metros, y a la que se sube por unas escaleras instaladas sobre la propia duna, que están, por supuesto, inundadas de arena, las vistas son maravillosas. A un lado se ve un denso bosque de árboles hacia el que avanza la duna, con varios de los árboles en pleno proceso de fagocitación por parte de la monstruosa duna, y al otro lado se puede admirar la propia Bahía de Arcachon: el Atlántico. Una gran experiencia y algo diferente que ver, que es de lo que se trata, ¿no?

Aquí podéis ver un pequeño vídeo de nuestra visita a la duna:

Por último, aquí os dejo un mapa con la ruta por los cinco puntos de los que os he hablado; como veis, está todo relativamente cerca:

Mapa de la ruta en coche por la costa atlántica francesa
Mapa de la ruta en coche por la costa atlántica francesa

 

Hasta aquí este post sobre los 5 lugares que no os podéis perder de la costa atlántica francesa, con experiencia gourmet en Burdeos incluida. Espero que os haya gustado y que os animéis a recorrer este pequeño trocito de Francia que, aunque no es el más famoso de este maravilloso país que tiene tanto que ofrecer, sí que esconde algunas joyitas que creo que no defraudarán a los visitantes. Si os decidís a hacer esta ruta (¡o si ya la habéis hecho!) os espero en los comentarios para que me contéis la experiencia.

 

 

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